Para dar cátedra

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Generoso y admirador de los salesianos, en 1874 José Benitez le escribe a Don Bosco.

Por Néstor Zubeldía
nzubeldia@donbosco.org.ar

Un mes después de escribir al cónsul argentino en Savona para que intercediera ante Don Bosco –texto que abordamos en la edición de octubre 2024 del Boletín Salesiano– , el párroco de San Nicolás de los Arroyos volvió a escribir al “commendatore” Gazzolo.

En una larga carta llena de entusiasmo, el padre Ceccarelli puso a disposición de Don Bosco su ciudad y su parroquia para que los misioneros salesianos se hicieran cargo del colegio que los mismos vecinos estaban construyendo. Interpretando la situación y anticipándose a los hechos, el párroco nicoleño escribió: “Fui puesto por la divina clemencia como instrumento para realizar la gran empresa de la aceptación de la Sociedad Salesiana en esta ciudad, donde tendrá un magnífico colegio, un buen oratorio público en la parte más saludable de la ciudad, además de todo lo necesario a una comunidad de 5, 7 o 9 padres”.

En la misma carta, el párroco presentó al cónsul “la comisión popular para la construcción del establecimiento, animada de las mejores disposiciones hacia los padres salesianos que se constituye en protectora de estos”.
Y en otro párrafo describió a “un hombre realmente de Dios, José Francisco Benítez, octogenario, padre de los pobres, sumamente católico y profusamente rico. Es el presidente de dicha comisión, como también lo es de la Conferencia de San Vicente de Paul, de la comisión pro templo y devoto del Santo Padre Pío IX. Este hombre está entusiasmado con los padres salesianos y me dice que él se compromete a dar de su bolsillo todo lo que necesiten”.

Al mes siguiente, el mismo señor Benítez escribió a Don Bosco en nombre de la comisión del colegio. A continuación seleccionamos algunos párrafos de esa carta que cumple ciento cincuenta años.


San Nicolás de los Arroyos
30 de noviembre de 1874
Al Muy Rev. Padre J. B. Bosco


La comisión fundadora de un colegio en esta ciudad ha sabido con viva satisfacción del advenimiento de un nuevo instituto religioso y docente, compuesto de sacerdotes llamados de San Francisco de Sales, bajo la dirección de V. S. Revma. con tal vigor, inteligencia y celo apostólico cual podíamos esperar.

Nuestro Arzobispo Revmo. Diocesano, Dr. D. Federico Aneiros, ha recibido del señor Gazzolo, cónsul argentino en Savona, informaciones pormenorizadas sobre las muchas y florecientes fundaciones de tal corporación en Turín y en otras partes de Italia; y el digno párroco y vicario de esta ciudad, Dr. D. Pedro B. Ceccarelli, por indicación del Ilmo. Prelado nos ha comunicado tan importantísima noticia.

Era muy oportuna: puesto que desde la fundación que con la ayuda unánime de la población hicimos en febrero de 1871, desde entonces declaramos el propósito de erigir un edificio público para enseñanza.

Teniendo en cuenta la explícita y clara indicación que nos hizo nuestro Revmo. Arzobispo y nuestro digno Párroco y vicario, nos parece que podemos esperar que V. S. Revma. se dignará acceder a nuestra invitación, destinando cinco individuos para dar principio a este importante trabajo. La comisión se encarga de proveer los muebles necesarios, de fijar una renta de 800 francos mensuales por dos años y de dotarlos de una granja con rebaño de ovejas como fuente de recursos.

Pidamos a N. S. Dios que otorgue a V. S. R. los auxilios de su gracia, y entre tanto dígnese recibir la respetuosa consideración con que tenemos el honor de saludarlo.


El Secretario El Presidente Antonio Pareja José Francisco Benítez


Como se ve, las cartas enviadas desde la Argentina abundan en títulos y en hipérboles. Además comparten algunos errores. Del mismo modo que Gazzolo y Ceccarelli, también Benítez confunde el segundo nombre del santo, llamándolo Juan Bautista, en lugar de Juan Melchor.

José Francisco Benítez era un rico hacendado, propietario de campos en una zona muy fértil de la provincia de Buenos Aires entre San Nicolás y Pergamino. A su ofrecimiento –junto con el del párroco Ceccarelli– y a su generosidad, debemos en buena medida que los salesianos se hayan instalado en San Nicolás de los Arroyos para inaugurar allí el primer colegio
salesiano de América
. Benítez tenía setenta y ocho años a la llegada de los primeros salesianos. Algunos de ellos se alojaron en su residencia de Buenos Aires apenas bajaron del barco y luego en su casa de San Nicolás, antes de que se concluyera la construcción del colegio. Benítez continuó en San Nicolás con las clases de castellano para los misioneros que había comenzado el cónsul Gazzolo, primero en Varazze y luego en el barco durante el largo viaje. En sus cartas de aquellos tiempos, los salesianos hablan de él como “el patriarca”, “nuestro primer amigo y protector” o “el barba Benítez”, como lo llama don Cagliero con una expresión familiar italiana que se usa para designar afectuosamente a los tíos mayores.

“Dirás a Benítez deseo tanto verlo que si no tengo el gusto en la tierra, le doy desde ahora cita para el cielo”.

Don Bosco, por su parte, le escribe a don Cagliero cuando ya está en la Argentina: “Dirás al señor Benítez que le agradezco la bondad con que nos distingue. ¡Deseo tanto verlo! Pero si no tengo ese gusto en la tierra, le doy, desde ahora cita para el cielo. Amén”.

José Francisco Benítez murió en San Nicolás el 28 de enero de 1882. Está sepultado en la parroquia María Auxiliadora de esa ciudad, precisamente en la esquina de las calles Don Bosco y Benítez.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – NOVIEMBRE 2024

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