“Las semillas de Main siguen dando frutos”

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El proyecto del Instituto Maria Auxiliadora de Rawson prevalece en el tiempo.

Por: El Instituto María Auxiliadora de Rawson

En el Instituto María Auxiliadora de Rawson hay un olivo ubicado en el Patio Verde. Desde hace mucho tiempo se escuchan las dificultades que trae aparejado cuando las aceitunas maduran: caen al suelo manchando el piso, dejando marcas grasosas, los niños juegan y las manipulan ensuciándose manos y ropa.

Se ha evaluado en muchas oportunidades talar el mismo para acabar con el problema, pero gran parte de la comunidad educativa pastoral no está de acuerdo con esta decisión.

Las raíces de una comunidad

En el Boletín Salesiano del 13 de noviembre de 1893, se publica una carta firmada por quien entonces era el Inspector de la Obra Salesiana en Argentina, Reverendo Padre Santiago Costamagna. Esa carta estaba dirigida al Rector Mayor Don Miguel Rúa, en la que se da cuenta de la partida de la primera expedición de las Hijas de María Auxiliadora con destino al Chubut.

Esos hechos fueron los que permitieron la fundación del Colegio María Auxiliadora de Rawson, siendo en ese entonces Madre General la hermana Luisa Vaschetti.

La misión estaba integrada por las hermanas Sor María Panzica (Directora) Sor Elena Coffei, Sor Anunciación Tolomeo y Sor Cecilia Cordero. El 20 de noviembre de 1893 fueron recibidas por los Salesianos, quienes les brindaron su hospitalidad y apoyo para comenzar la tarea, que desde un principio estuvo dedicada a contribuir al decoro del culto, asistir a los enfermos y enseñar.

Rawson, capital del Territorio del Chubut, con solo 28 años de existencia tenía una población de 1400 habitantes, estaba rodeada de colonias agrícolas, con predominio de extranjeros, sobre todo galeses, con religión protestante. El pueblo estaba edificado a ambas márgenes del Río Chubut, a 7 kilómetros de su desembocadura en el mar.

Las hermanas misioneras eran mujeres jóvenes y muy trabajadoras. Se encontraron con un clima hostil y para sobrevivir había que hacer muchos sacrificios. La vida era dura en estas tierras patagónicas y se encontraban alejadas de los centros más poblados, por lo tanto, debían arreglarse por sí mismas. Al llegar a este lugar una de las principales actividades que realizaron era la instalación de una huerta. Allí, no faltaban higueras, parras, almendros, nogales, romero, laurel y por supuesto olivos. Era sumamente necesaria para su manutención. Adquirir los alimentos para las estudiantes pupilas que tenían bajo su responsabilidad era el propósito principal’, comenta la hermana Olinda.

De la observación de fotografías de la época se vislumbra pequeños plantines de olivo sembrados en el actualmente llamado “Patio de la Virgen”. Se cree que el viejo olivo que permanece hoy estoico, fue retoño de aquellos que traían de la Italia natal junto a demás elementos tales como estatuas, cuadros, instrumentos musicales y demás artículos de primera necesidad que junto a sueños inspirados por Madre Mazzarello buscaban encontrar oportunidades para sembrar además carisma salesiano.

Cosechar los frutos

El olivo es testigo de la vida compartida en la casa salesiana. En la actualidad, su frondosa copa cobija a los pequeños estudiantes en las diversas actividades tales como recreos colmados de juegos, risas y conversaciones, como así también las clases de educación física, reuniones de padres, actos escolares…

Se realizó una reflexión junto a los estudiantes del último año de secundaria sobre la necesidad de valorar el trabajo llevado adelante por las hermanas misioneras que desde hace 130 años, cada una en la etapa histórica que les tocó vivir, plasmaron sacrificio y entrega en este suelo que hoy nosotros disfrutamos.

El nombre elegido es “Las semillas de Main siguen dando sus frutos hoy”, a modo de gratitud y respeto por la tarea realizada por quienes nos procedieron, y a modo de despedida por parte de los estudiantes que transitaron años de escolarización compartiendo el Patio que los vio crecer.

Durante el mes de abril del corriente año se llevó a cabo una conversación sobre el olivo y la gran cantidad de aceitunas que daría este año. Las ramas estaban llenas y se avizoraba una muy buena cosecha. En el mes de mayo comenzó la primera cosecha, se trasladaron en sendos recipientes, se inició el lavado y luego el secado.

Este trabajo permitió conocer el esfuerzo de las primeras hermanas misioneras que traían desde su Italia natal, valentía, tenacidad, coraje para afianzarse en estos confines patagónicos guiadas por el sueño compartido de Don Bosco y Madre Mazzarello.

Pese al tiempo transcurrido, nos recuerda que fue parte de un pasado de esfuerzo y empeño. Ofrece su sombra bondadosa y estival, convida sus frutos generosos y beneficiosos para la salud. Nos hace soñar que espera con sabiduría ancestral susurrándonos que aún tiene mucho para dar.

BOLETÌN SALESIANO DE ARGENTINA – NOVIEMBRE 2023

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