Soñar es crear condiciones para la vida.
Por Ma. Susana Alfaro
salfaro@donbosco.org.ar
Esa noche había sido difícil, casi no había podido descansar. Un sueño por demás inquietante lo había despertado y no había logrado volverse a dormir. Juanito, que tenía entonces 9 años, le contó a su familia lo que le había pasado y fue recibiendo los comentarios e interpretaciones de cada uno. Ninguno de ellos, ni él mismo, pudo ver ahí algo distinto a un mal sueño, salvo su mamá.
Ella pudo intuir que algo grande estaba anidando en el corazón de su hijo. Posiblemente, ya lo estuviera viendo desde antes y el sueño solo vino a confirmarlo, no lo sabemos. Y aunque tampoco lo sabemos, es probable que lo que ocurrió esa mañana en la cocina de la casita de I Becchi, haya sido decisivo para que Margarita tomara la decisión de buscar los caminos para hacer lugar a eso que se encendía en el corazón de su hijo.
Este año se cumplen 200 años de aquella escena. Hoy sabemos que aquel sueño de Juanito fue la primera señal de lo que vendría después y también el primero de muchos otros en los que Dios iría susurrándole al oído por dónde ir.
Soñadores como él
La imagen de Don Bosco soñador quizá sea de las más inspiradoras que tenemos de él. Don Bosco, padre, maestro, amigo; Don Bosco, fundador de la congregación; Don Bosco, saltimbanqui; Don Bosco, educador, son todas imágenes que nos conmueven profundamente, pero la de Don Bosco niño, soñando la misión que lo traería a nosotros tiene una fuerza inspiradora difícil de superar.
Sentir que en su sueño, aquel primero, fundacional, estábamos todos representados, sabernos en su mente y en su corazón desde entonces, nos enciende el alma y nos anima a pensar que también nosotros podemos soñar en grande y continuar lo que él empezó. Caminar iluminados por esa imagen nos pone en contacto con lo más hermoso de la misión, que es acompañar a cada joven para que, como Juanito, descubra el Sueño que anida en su corazón.
“El sueño es el guardián del dormir”
Así lo enunció Sigmund Freud. Cuando dormimos, nuestra psiquis se las ingenia para aprovechar que estamos con la guardia baja y nos regala la ilusión de estar viviendo una realidad acorde con nuestros deseos, alentadora, relajante. Eso le permite a nuestro cuerpo desentenderse de los problemas, bajar el nivel de estrés y descansar como necesita, para encarar el día siguiente con las fuerzas y la esperanza renovadas. Por el contrario, cuando se suceden las noches sin que podamos dormir bien, la salud y el ánimo se debilitan. Soñar es crear condiciones para la vida.
Cuidar los sueños de Juan era cuidar su vida.
Margarita lo sabía –no por Freud, que todavía no había nacido– sino por su sensibilidad de madre: cuidar los sueños de Juan era cuidar su vida. Para eso, hizo un trabajo a dos puntas: moldear el corazón de Juan y construir las
condiciones para que sus sueños tuvieran una chance. Así, cuidó mucho más que su deseo de estudiar, cuidó su espíritu soñador, ese que unos años más tarde lo animó a salir de paseo con los presos por los que nadie daba una moneda y, un poco después, lo trajo a la Patagonia.
He aquí nuestro campo
En el sueño de Juan los lobos no se transforman mágicamente en corderos, la transformación acontece mediada por presencias, gestos y palabras muy concretos.
Nuestro campo es el corazón de los jóvenes, pero también la realidad que habitamos y la historia en la que nos entramamos, sus estructuras y sus lógicas. Es imposible suscitar en alguien el deseo y la alegría de aprender si la razón principal para hacerlo es subir su precio en el mercado productivo. ¿Cómo animarlos a capacitarse para conseguir un trabajo cuando lo que termina contando son los contactos, o cómo invitarlos a hacer procesos de discernimiento en sintonía consigo mismos –sosteniendo el dolor que eso conlleva– cuando hay cantidades de soluciones mágicas al alcance de la mano?
“Sus sueños son nuestros sueños” decimos, como una versión del “amar lo que ellos aman”. Quizá tendríamos que invertir la frase y decir: “Nuestro sueño son sus sueños”, nuestro sueño es que puedan soñar. Nuestras calles, patios y escuelas están habitadas por niños, niñas, adolescentes y jóvenes que no pueden relajarse porque desde muy pequeños les tocó ocuparse de cuidar a los hermanitos más chicos, o salir a cartonear, o ayudar en el negocio familiar o simplemente porque están siempre en alerta, protegiendo su integridad física en un ambiente que les resulta amenazante y hostil.
Nuestra tarea es trabajar para cambiar esas condiciones que los mantienen vigilantes de manera que puedan distraerse de la realidad que los rodea con la tranquilidad de que hay adultos que se están ocupando de cuidarlos y cuidar el mundo mientras llega el momento de pasarles la posta. Cuidar sus sueños es ocuparnos de construir un mundo previsible, para que sientan que tiene sentido, que no es una locura proyectar, imaginar, fantasear un futuro distinto a este presente.
El mundo no está a nuestro favor, pero tampoco lo estaba para Margarita, viuda, pobre, analfabeta. Sin embargo, en seguida lo comprendió todo. A pesar de que las circunstancias no estaban de su lado, su corazón de madre
acunó con ternura y sabiduría los sueños de ese pequeño soñador que andaba dando vueltas por su cocina. Cuántos Avemaría habrá rezado mientras tejía, a dos puntas, su atrapasueños.
Las canciones de cuna cuidan el sueño de los más pequeños con palabras simples y bellas. Jorge Fandermole escribió una muy hermosa que se titula “Lo que usted merece”. Su última estrofa dice así:
“No es que todo sea tan bueno
como aquí parece
pero voy cantando, al menos,
lo que usted merece.
Que si usted me sueña el día
un poco más bello
yo me gasto la vigilia
listo para hacerlo”
Que así sea.
BOLETÍN SALESIANNO DE ARGENTINA – MAYO 2024