En el mes de la Auxiliadora, la invitación es a mirar con atención las actitudes de María y tratar de imitarla.
Por: Fabián Oscar Alonso, sdb y comunidad de la Basílica María Auxiliadora
Hemos comenzado a transitar este tradicional mes de mayo para toda nuestra familia salesiana. Mes donde nos preparamos y celebramos la Fiesta de María Auxiliadora, la Virgen de los tiempos difíciles.
Este año queremos reflexionar mirando las actitudes de María, después de recibir el “notición” de que está embarazada. Ella sabe que no es fruto de la relación que tiene con su novio José, y sobre todo, que se tendrá que hacer cargo de las consecuencias que esta nueva realidad tendrá. Pero su actitud nos ayuda y nos invita a vivir el espíritu evangélico.
Dice el texto de Lucas:
Por aquel entonces María tomó su decisión y se fue, sin demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo
y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a visitarme?
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.
¡Dichosa eres por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!»
María dijo entonces:
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador,
porque se fijó en su humilde esclava.
María se quedó unos tres meses con Isabel, y después volvió a su casa.
María es capaz de superar las contrariedades de su realidad y mirar a su alrededor
María en aquella época tendría 15 o 16 años, está comprometida con José y ya está en sus planes casarse, aún no conviven y no han tenido relaciones íntimas.
En la cultura de aquella época, quedar embarazada antes de casarse, era motivo para que el novio la abandonara y que la comunidad la expulsara. Asumir esta realidad era aceptar quedar excluida de la vida social y familiar. Por eso tiene motivos para no salir de su asombro por el anuncio recibido. Tiene derecho a sumergirse dentro suyo y vivir “aislada” de la realidad de los demás.
Seguramente la realidad que nos toca transitar a cada uno en este tiempo, no es sencilla y es probable que tengamos por delante varias situaciones complejas, problemas que asumir y resolver en este tiempo. La actitud de María que es capaz de estar atenta y mirar a su alrededor, más allá de sus propias cuestiones, es una invitación a salir de nosotros mismos y a mirar a los otros con atención para ver que les está pasando.
Toma la decisión sin demora y va a visitar a Isabel
En ese contexto se entera de que su prima, ya de edad avanzada, está embarazada. No duda en ir a darle una mano y decide ponerse en camino para visitarla. Tiene el coraje de superar “su auto referencialidad” y darse cuenta, que hay al menos otra mujer que necesita una mano.
Cuando cada uno de nosotros, se encuentra en el camino de la vida, con personas que nos hacen más sencillos los pasos que tenemos que dar, estamos en presencia de lo que llamamos facilitadores. La actitud de María que parte sin demoras para darle una mano a su prima Isabel, se nos presenta como un buen ejemplo, para salir al encuentro de aquellos que tiene alguna necesidad y darles nuestra ayuda.
Se queda junto a ella y se dispone a darle una mano en lo que necesite
Ir a dar una mano con prontitud, supone tener la capacidad de romper con nuestras planificaciones, nuestro proyecto, nuestros tiempos.Y esta actitud nos hace estar más disponibles y más flexibles a lo que los otros necesiten de nosotros. Implica tener la grandeza de aceptar y asumir que los otros tienen otras percepciones, otra escala de prioridades, otras sensibilidades, otras formas de encarar las dificultades y proyectos. María va a la casa de Isabel abierta a dar una mano según se lo exprese su parienta. No quiere imponer su estilo, sus modos, su forma de resolver los problemas cotidianos.
Ponerle el cuerpo, escuchar con atención sin pretender contestar todo, compartir un café o un mate, no estar pendiente del reloj o del celular, son actitudes cotidianas que tal vez a nosotros no nos parezcan importantes, pero pueden hacer que las personas a las que vamos a ayudar, se sientan contenidas y escuchadas.
Cuando uno brinda su ayuda, no lleva por delante, no impone; crea el espacio necesario, para que el otro, de a poco, se vaya animando a abrirse, venza su temor a no abusarse o molestar, y tal vez vaya pidiendo una mano para tal o cual cosa.
Al compartir la vida cotidiana con su prima, bendice y alaba a Dios por lo que ha obrado en ella
En esta experiencia de compartir la vida con los otros, interiorizándonos de sus historias, no sólo los vamos conociendo mejor a los demás, sino que también vamos descubriendo capacidades, talentos y actitudes en nosotros mismos que no conocíamos.
María en la ayuda que le brinda a Isabel, sin quererlo, va experimentando que su panorama se aclara, comienza a ver mejor el camino a seguir, descubre que Dios la acompaña y la sostiene.
Y así sin demasiada planificación, nos sorprendemos de constatar estas cosas nuestras, esos gestos de grandeza, de ternura y de servicio, que nos hacen alabar y bendecir a Dios por lo que estamos viviendo, por lo que somos.
María en la ayuda que le brinda a Isabel, sin quererlo, va experimentando que su panorama se aclara, comienza a ver mejor el camino a seguir, descubre que Dios la acompaña y la sostiene. Y ante esta constatación le sale del corazón una oración por la que alaba y bendice a Dios: “Grande Dios por lo que vas haciendo en mí”.
En este tiempo pastoral, Dios nos ayuda a mirar con atención las actitudes de María y tratar de imitarla. Es tiempo de dar respuestas concretas a la realidad que nos circunda y en esa ayuda descubrir que podemos vivir de otra manera, al estilo de María, al estilo del Resucitado.
Por lo tanto, no perdamos más tiempo y salgamos sin demora a dar una mano a los que nos necesitan. María nos protege bajo su manto.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2023