En tiempos febriles de vorágine, velocidad y multitasking, es necesario recordar que no todo empieza y termina en uno.
Por Angel Amaya
aamaya@donbosco.org.ar
Cuando tenía unos 30 años, ante una de las psicólogas con las que trabajé, había dibujado un árbol que tenía una copa anchísima, que se estiraba para todos lados, tratando de cubrir y dar sombra a todo ese terreno. Un árbol que resignaba altura, pero que hasta parecía “agacharse” para abrir sus ramas como especie de brazos larguísimos.
“Este sos vos –me dijo–, siempre queriendo llegar a todo, cubrirlo todo. Complacer a todos”. La toma de conciencia de ese rasgo me vino bien para moderar un poquito la actividad, o mejor dicho, moderar esa ansiedad que se apodera de uno y que lo lleva a querer hacerlo todo –encima todo perfecto– controlarlo todo y que todos se sientan bien con uno.
Cantidad, calidad
Creo que todos vamos aprendiendo que está bueno hacer muchas cosas. Es algo que gratifica. Pero vamos comprendiendo también que no solo vale la cantidad de cosas que hacemos, sino también la calidad que tiene cada cosa. Y no me refiero al resultado. Me refiero a qué tan enteros estamos en cada cosa que hacemos. Qué tanto corazón ponemos en cada acción.
No solo vale la cantidad de cosas que hacemos, sino también la calidad, qué tan enteros estamos en lo que hacemos, qué tanto corazón ponemos.
Los latinos aconsejaban: age quod agis. Significa: haz lo que haces. En épocas donde endiosamos el multitasking corremos el peligro de tener el cuerpo en una reunión y la mente a más de 15 km. Puede ser mentiroso eso de que hago varias cosas a la vez.
Fiebre
Hace mucho padecemos una serie de mandatos sociales que nos empujan a tener una agenda repleta. Hay que hacer gimnasia. Hay que leer esto. Hay que ir de viaje. Hay que comer sano. Hay que practicar tal cosa. Hay que hacer también este curso. Hay que festejar los 15 de la nena, los 18 del pibe, los 40 de nosotros y los 80 de la abuela; todo, todo, que no quede nada sin festejar o llamar la atención. Que a mis hijos no les falten las primeras marcas, porque ya mi viejo usó todo prestado y yo me conformé con segundas marcas. Los estados de WhatsApp parecen recordarnos permanentemente que el plato que tengo delante no es tan rico y que el paisaje que veo desde mi ventana no es tan hermoso.
Nuestra vida no es tan intensa y sonriente como muestra la publicidad. Muchos contenidos de las redes o de los medios parecen decirnos que nuestra vida es gris o aburrida. Necesitamos un stop. No se puede vivir 24 horas pum para arriba
Y la verdad es que nuestra vida no es tan intensa y sonriente como muestra la publicidad. Muchos contenidos de las redes o de los medios parecen decirnos que nuestra vida es gris o aburrida. Pero la verdad es que… necesitamos un stop. No se puede vivir 24 horas pum para arriba. No hace falta gastar o endeudarse tanto por un rato más de placer.
Uno puede leer un mail en la notebook, pero también en el celu. Y ahora en el reloj. El clima en que vivimos es medio febril. Todo es velocidad, inmediatez. Si nos descuidamos, cada vez tendremos menos trabajada la capacidad de esperar, de hacer procesos y de bajar un cambio. De meditar, de rezar. De hablar con más calma entre nosotros.
Domingo
El nombre de domingo viene de dóminus, que significa señor. Por eso al primer día de la semana lo tomamos como el día del Señor. El día de Dios. El día del stop, y de centrarnos más en él. Es el día indicado para que la voracidad y el agobio de la semana frene un poco. Mi vida no puede llenarse solo de lo que tengo planeado o de lo que de hecho realizo.
No soy Dios. Y está buenísimo saberlo. Para no creerme que todo empieza y termina en mí. Para no creer que todo lo puedo o incluso que todo lo debo. Calma. Bajemos un cambio.
No soy Dios. Y está buenísimo saberlo. Para no creerme que todo empieza y termina en mí. Para no creer que todo lo puedo o incluso que todo lo debo. Calma. Bajemos un cambio.
El templo nos viene bien. Es como entrar en un ámbito diverso. Es el espacio ideal para volver al eje. Para recuperar conciencia de nuestro verdadero tamaño y de nuestro alcance. No para sentirnos menos, sino para vivir con más realismo, con más humildad, con un poquito más de pausa.Creamos muchas cosas, pero el creador de todo es Otro. Encabeza la lista de los interesados en nuestra felicidad. Está en el cielo y está en mi corazón. Si me aquieto, si me callo, si respiro con más calma, le hago más espacio. Y tiene algo para hacerme ver y para decirme.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2024