El 14 de abril falleció en Perú el padre obispo Marcelo Melani. Nacido en Italia, salesiano, desde 1971 siguió el sueño misionero de Don Bosco hasta la Patagonia.
Con esa impronta, y los años de aprendizaje junto a monseñor Miguel Hesayne, “el obispo de los Derechos Humanos”, en Viedma, llegó a la diócesis de Neuquén en 2003. La Iglesia neuquina “nunca pasó desapercibida, nunca fue algo que estuvo al costado de la vida social y civil”, según sus propias palabras. De este modo, él supo ser el padre obispo de todos y todas: se encarnó en el territorio, y compartió los dolores y esperanzas de la gente. Abrazó la lucha de las Madres de Plaza de Mayo; conoció cada familia criancera y hogar de la cordillera; defendió el derecho al trabajo, a la tierra y al agua; inauguró la primera casa para mujeres trans; fue hermano del pueblo mapuche.
Una anécdota que lo expresa: en Chos Malal festejábamos a Don Bosco en el barrio IV División. Lo recuerdo un 31 de enero participando del oratorio con la pibada, tomando mate con las abuelas, celebrando misa con la comunidad y compartiendo la cena a la canasta. “La semana que viene me voy a Roma, ¿qué mensaje del barrio quieren que le lleve al Papa?”. Como antes Jaime de Nevares, el padre obispo Marcelo hizo de las periferias geográficas y existenciales, su lugar y voz.
Por Augusto Sánchez Ventimiglia
BOELTÍN SALESIANO – MAYO2021