El perdón, una oportunidad para reflexionar, crecer y fortalecer el corazón.
Por: Martín Quiroga
mquiroga@pioix.edu.ar
Vivimos en un mundo donde la realidad constantemente nos empuja a la autoconservación, donde mis intereses están por encima de muchas de las necesidades sociales que aparecen en cada momento. Se nos plantea
que debemos dar pasos firmes, ya que solo logrando nuestras metas, alcanzaremos ciertos estándares deseguridad y éxito. Esta perspectiva es una mirada individual de la vida, que deja de lado la relación con los otros, un aspecto fundamental ya que es el encuentro de los diferentes donde crecemos y nos enriquecemos verdaderamente.
Por diferentes motivos, muchas veces no le damos importancia al cómo tratamos a los demás, estos descuidos nos impiden ver de manera completa la realidad y sobre todo la humanidad de quien tengo a mi lado.
Esto lo podemos percibir en todos los órdenes de la vida, en nuestras relaciones familiares, laborales y hasta con nuestros propios amigos. Siempre habrá situaciones de ofensa, de agravio, que nos dolerán, o pensaremos que ya no tienen vuelta atrás, situaciones donde pareciera casi imposible poder retornar al punto de inicio. Sin embargo el perdón se presenta como una oportunidad para revisar nuestras vivencias, creciendo y fortaleciendo nuestro corazón, imitando el modelo de Jesús.
Para perdonar tengo que pensarme
El perdonar será ante todo reconocer nuestros límites y saber que muchas veces no tenemos la posibilidad de controlar todas nuestras acciones, pero es importante tener la capacidad de frenar y visualizar, en qué cosas puedo haber afectado a otra persona. Seguramente implica separarnos de nosotros mismos, de nuestros intereses, preocupaciones y dar un paso hacia aquellos con los que no he podido resolver alguna situación, y si es necesario, buscar algún tipo de reparación en función de lo ocurrido. Al hacerlo experimentaremos una libertad profunda que nos sana, y nos vuelve a posicionar en un lugar de privilegio para seguir aprendiendo, aún de nuestros errores.
Perdonar es ante todo reconocer nuestros límites.
Para poder revisar muchas de esas cuestiones que se transformaron en heridas, dolores, incomodidades, quizás del momento, o tuvieron que ver con nuestra historia, es importante calmar el ritmo de la vida. Se trata de dedicar un tiempo a reflexionar sobre nuestras emociones, reacciones y frustraciones personales y comunitarias.
Con la certeza de que cuando uno sostiene en el tiempo dicha práctica seguramente comenzará a ser más asertivo en las respuestas que encuentre;
y notar esos cambios y avances renueva la esperanza de saber que realmente nos interesa que las situaciones sean distintas. Como comunidad de creyentes no podemos ser indiferentes a los enormes índices de pobreza y desigualdad que nos muestran la cara más frágil de una realidad que todos estamos llamados a asumir para transformar.
Siempre comenzamos por nosotros mismos, trabajando el ser humildes, sencillos, honestos, transparentes, algo que pareciera ser inalcanzable, pero es con la fuerza de Dios, y a través de la oración, que lo hacemos posible. Así también nos fortaleceremos y acudiremos a un encuentro renovado, para poder recuperar todo aquello que nos hace inseparables de los demás.
Dar lugar a la presencia de Dios
El perdón se ofrece y se recibe, por eso es un ejercicio para todos y para cada momento, porque cada vez que se hace necesario, implica ampliar la mirada a muchas otras experiencias que quizás no entendía o conocía. Eso me hace aceptar y cuidar a las personas de manera distinta, es una decisión, que se puede reflexionar y entonces mi compromiso aumenta, ya que está a mi alcance finalizar muchas situaciones de disgusto o desencuentro.
Es el encuentro de los diferentes donde crecemos y nos enriquecemos.
Perdonar lo cambia todo, ya que es una parte significativa del amor, que deja de ser pleno cuando equivocamos los caminos o las formas, por eso necesitamos durante este tiempo de Cuaresma, acercarnos a Su presencia, poder hacer desierto y así renovar nuestras opciones de fe a través de su perdón. Dios nos ofrece su amor de manera ilimitada, por eso cada vez que perdonamos se pondrá en evidencia nuestra capacidad de amar y Su presencia se hará visible a través de nuestras acciones y de nuestro corazón. Al mismo tiempo será Él quien nos ayudará a conservarlo, sencillo, limpio y humilde, purificando y bendiciendo la vida.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2024