Volver a la libertad de respirar y estar en paz.
Por Francisco Hernández, sdb
fhernandez@donbosco.org.ar
Ante una sociedad apresurada y ante la queja permanente de que el tiempo no nos alcanza, paradójicamente nos llenamos de mil cosas para seguir corriendo sin tiempo. Por eso, ante la sensación creciente de que nos devora parece necesario preguntarnos cómo lo usamos. Iniciamos un nuevo año, ¿cómo lo viviremos? ¿Cómo lo disfrutaremos?
La estructura del tiempo está en nosotros por el hecho de ser humanos, nace con nosotros, somos tiempo que camina. Por eso debemos valorar el que tenemos porque toda la vida pasa en un tiempo determinado e inexorable.
El tiempo pasa y nos puede salvar o destruir desde el nacimiento hasta la muerte.
Vivir corriendo
Hoy sabemos por la propia experiencia, las consecuencias psicológicas de vivir corriendo, sin respiro, con el celular en la mano, con la vista puesta a cada instante en las redes sociales y con la invasión permanente de los medios de comunicación. Todo eso nos puede ocasionar ansiedad, angustia, depresión, aburrimiento, soledad punzante, insatisfacción de todo y de todos. La extraña sensación que el tiempo se nos escapa de las manos y no lo podemos retener; la selfie que te sacaste ya pasó.
Ante este panorama real y desafiante es importante primero tomar conciencia del uso que hacemos del tiempo y tomarnos un respiro, un descanso existencial, que nos haga descubrir el regalo de tiempo que tenemos. Debemos imponernos una pausa, hoy más necesaria que nunca, para equilibrar con sentido común los tiempos de trabajo y los tiempos de descanso, los tiempos personales, y aquellos destinados a meditar con serenidad y calma la propia interioridad.
Un tiempo valioso
Frente a un ritmo de vida vertiginoso parece más necesario que nunca valorar la gratuidad del tiempo compartido con los amigos, con la familia, con la pareja. No es tiempo perdido compartir un mate, tomar un café, alargar un reencuentro con alguien que queremos y hace mucho que no vemos, compartir un asado, disfrutar la belleza de la naturaleza, vivir con gozo el tiempo de vacaciones, los tiempos del juego y la diversión. En definitiva es volver a ser humanos, volver a la libertad de respirar y estar en paz.
Es importante saber diferenciar el tiempo cronológico de los tiempos significativos, aquellos que dejan huella profunda en el corazón y la memoria.
Otro aspecto importante es saber diferenciar el tiempo cronológico –las horas que pasan–, de los tiempos significativos, emocionalmente fuertes y que dejan huella profunda en el corazón y la memoria, situaciones de enorme alegría o de profundo dolor. En este sentido, en todas las civilizaciones, culturas y religiones hay tiempos de descanso, de celebraciones, de fiestas, de alabanza a Dios, tiempos de compartir la felicidad, de vivir la fe en comunidad, de revivir rituales simbólicos que alimentan nuestras raíces con afecto, ternura y emoción.
Por último, valoremos el tiempo solidario: el que damos gratuitamente para colaborar, para ayudar a nuestro prójimo, para compartir con él sus problemas, dolores y alegrías. Es uno de los tiempos que produce genuina
alegría y es un modo concreto de vivir en el tiempo nuestra capacidad de amor, de entrega, de compromiso, luchando fuertemente contra nuestro propio egoísmo.
Un tiempo de eternidad
Todo el lenguaje humano, las palabras que pronunciamos, el progreso de las ciencias, la historia de la música, de la poesía, de la pintura; la historia como tal, está premiada de tiempo que guardamos en la memoria colectiva y en lo más íntimo de nuestro corazón. Y nos damos cuenta que lo único permanente en la vida es el continuo cambio. “Cambia todo cambia” cantaba Mercedes Sosa como un himno al devenir de la vida.
Somos peregrinos, caminantes, buscando sin cesar y con profunda nostalgia el último hogar, donde al fin descansaremos, sin tiempo. Sabemos muy bien que el tiempo es frágil y fugaz, por eso estamos llamados a un tiempo de eternidad fuera y más allá del tiempo, un tiempo de eterna esperanza, amor y belleza.
Estamos llamados a un tiempo de eternidad fuera y más allá del tiempo, un tiempo de eterna esperanza, amor y belleza.
Y quizás en ese momento de eternidad comprenderemos al fin que el pasado ya pasó, que el futuro terminó; solo permanece un eterno presente maravilloso, misterioso, inagotable como un manantial, que saciará por fin nuestra sed inmortalidad.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2023