No dar la cara

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“Haters”: cuando usamos las redes sociales para destruir al otro.

Por Mariana Montaña
marianammm@gmail.com

Haters. En castellano ni siquiera existe la palabra “odiador”, sin embargo no podemos afirmar que esto no suceda en nuestra cultura. Los últimos años hemos visto crecer este concepto y naturalizamos el uso de una palabra en otro idioma porque nos sirve para definir a una persona “crítica” o “resentida” con determinada figura pública o institución por un motivo en principio superficial. Estas prácticas pueden volverse “mensajes de odio” evidentes circulando en redes, y de allí a las calles.

Durante el mes de mayo, el programa de la televisión española El hormiguero realizó una experiencia audiovisual interesante: invitó a algunos haters de la red social Twitter al estudio de televisión. Los productores comentaron lo dificultoso que fue encontrarlos y que aceptaran, aún cuando no sabían qué iba a pasar. En las primeras escenas vemos una entrevista como cualquier otra, haciendo alusión a la actividad que realizaron. Pero luego, la sorpresa, en algunos casos hasta la sonrisa, el agrado.

¿Cómo pasar de un mensaje de odio tan increíblemente fuerte, a un abrazo y un beso hacia la misma persona?

Redes… ¿del odio?

En primer lugar, es conveniente analizar el contexto en el cual se dan estos mensajes. Las redes sociales son plataformas de crecimiento vertiginoso que nos permiten acortar distancias y descubrir mensajes que nunca nos hubieran llegado si no existieran. Pero a la vez, el “escondernos” detrás de un usuario con nombre pero virtual al fin, devela un aspecto también muy humano: nuestras propias miserias. 

El “escondernos” detrás de un usuario devela un aspecto también muy humano: nuestras propias miserias. 

Un periodista español afirma: Twitter me convierte en una persona peor porque me hace ver peores a los demás”. Si sabemos que es un espacio donde se discute muchas veces sin sentido, ¿por qué lo seguimos haciendo? Tomemos Twitter, como podría ser cualquier otra red social. ¿Qué pasa en estas nuevas mesas de polémica?

En el libro La mente de los justos, el psicólogo Jonathan Haidt analiza el tema y nos recuerda que nuestros pensamientos y sentimientos están ligados íntimamente. En general creemos que somos seres profundamente racionales y que esto siempre ha sido así. Pero gracias a múltiples investigaciones —psicológicas, neurológicas y antropológicas—, cada vez nos acercamos más a comprobar la afirmación que Jacques Lacan hizo en 1954: “He aquí el gran error de siempre: imaginar que los seres humanos piensan lo que dicen”.

El jinete y el elefante

Explica el economista Jordi Sevilla sobre el libro de Haidt: 

“Nuestra mente está dividida en dos partes, las emociones, que no son tontas sino una manera de procesar información de manera rápida e intuitiva (a esa parte le llama ‘elefante’); y un razonamiento posterior (al que llama ‘jinete’), más lento y controlado, que se limita a encontrar argumentos posteriores que ayudan a explicar lo que hemos hecho de manera automática. Así, la razón (el jinete) está al servicio de las emociones (el elefante)”.

Esta descripción que realiza Haidt nos ayuda a comprender qué contraproducente es que un “elefante” tome las decisiones del camino que queremos seguir, aún cuando este ‘jinete’ pareciera que lidera. Lo veíamos en las imágenes del programa de televisión: hasta les cambiaba la cara cuando veían que la persona atacada estaba allí, como si la parte de razonamiento volviera a liderar la carrera. 

Es en la presencia auténtica del encuentro con los otros donde nos reconocemos humanos, bajamos la guardia y buscamos estabilizar emoción y razón. 

Y aquí llegamos a la parte central de este asunto: el encuentro personal, cara a cara, cambió todo. Se manifiesta claramente. Es en la presencia auténtica del encuentro con los otros, donde nos reconocemos humanos, bajamos la guardia y buscamos estabilizar emoción y razón. 

Nos recuerda a San Francisco de Sales en sus visitas a los vecinos de Chablais, casa por casa, siempre con dulzura y amabilidad en el trato, cuán cercano podía ser que en aquellas épocas un joven sacerdote y noble, llegue a nuestra puerta. Recordando siempre lo que Don Bosco valoró de aquel santo hombre: el bien siempre anida en el corazón de cada persona, de cada joven, por más escondido que esté.


"Si tenés ‘haters’ es porque vas bien"

Ese es el discurso que muchas veces circula entre los pibes. Seguramente apuntando a la idea que si llegaron a personas que no son de su entorno, es porque el mensaje se hizo «masivo». También hay una cierta presunción que estos mensajes de odio esconden de fondo un interés, será porque en su lectura «al menos hay alguien que me está mirando»; aún cuando tire mala onda, al menos se detuvo a escribir.

Algunos análisis sobre el tema de estos mensajes refieren que los adolescentes y jóvenes expresan más diferencias en las emociones —envidias, vínculos fallidos, distorsión de la imagen—; en cambio en adultos los temas tienen que ver con la ideología —política, racismo, migrantes—.

Las redes sociales no pueden ser evaluadas como representativas de toda la realidad, esto nos confunde un poco el panorama. Por allí pasa solo una parte, no toda la realidad es así. Sucede que esa parte está multiplicada por varios canales por lo que la confusión es muy común.

Somos testigos también de las veces que muchos grupos se vinculan entre sí de un modo violento en redes, probablemente alentados por el anonimato —el no verse cara a cara— y quizá en el encuentro en nuestros patios todo queda suspendido, como un tiempo sin tiempo. Aún así esos mensajes duelen, atraviesan lo cotidiano, rompen amistades. El camino de retorno está en el diálogo, quizá no será con aquel que está detrás del mensaje oscuro, sino con otros jóvenes o adultos que nos rodean y están dispuestos a escuchar. 


¡Para trabajar en comunidad!

Manifiesto de la comunicación no hostil

Extracto de Parole o_stili

Virtual es real
Digo o escribo en la red social aquello que tendría el valor de decir cara a cara

Se es lo que se comunica
Las palabras que escojo dicen la persona que soy: me representan

Las palabras dan forma al pensamiento
Me tomo el tiempo necesario para expresar bien lo que siento

Las palabras son un puente
Uso las palabras para comprender, hacerme entender, acercarme al otro

Las palabras tienen consecuencias
Sé que cada palabra mía puede afectar al otro, para bien o para mal

También el silencio comunica
Cuando la mejor opción es callar, callo.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JUNIO 2022

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