Las flechitas del reloj

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Flechitas

Ojalá tengas el tiempo de reír,
pjalá puedas salir a caminar.
Disfrutar el crujir,
de las hojas que dejas al pisar.
Ojalá tengas el tiempo de frenar,
de sentarte un ratito a escuchar
el arroyo que se va
y que choca las piedritas al pasar.
Que tengas el tiempo de pedir perdón,
tender una mano, cambiar de opinión.
Que tu tiempo no lo marquen,
las flechitas del reloj

(fragmento)

Artista: Los Caligaris y Monsieur Periné

Álbum: Flechitas (2023)

Por Matías Piccoli //

mpiccoli@donbosco.org.ar

Si estás leyendo esta nota, empezamos bien. Porque significa que te bajaste un momento de la calesita de la vida. ¿Te preparaste el mate, café o té? Andá, preparalo y acomodate en un lugar cómodo. Ah, y ni se te ocurra mirar el celu. “¡Que tu tiempo no lo marquen las flechitas del reloj!”.

¿Cuándo fue la última vez que miraste por la ventana y te dejaste llevar? ¿Te acordás la última vez que te “colgaste” mirando el techo sin hacer algo “productivo”? Estamos en tiempos de vorágine y ansiedades. La culpa nos carcome si no estamos haciendo algo útil. Se nos exige que todo sea rentable; que tenga su razón de ser cuantitativa. “¿Querés ser tu propio jefe?” nos preguntan una y otra vez.

¡Claro que sí! Pero seamos también los jefes de nuestro tiempo, nuestra energía, nuestros deseos. Por supuesto, hay que trabajar, criar, cocinar, limpiar y muchísimas cosas más pero propongámonos dedicar al menos un rato a la semana a relajarnos. Pongamos de moda el aburrirse.

“Ojalá tengas el tiempo de reír” y también de llorar, de dudar, de tener miedo, de animarte. De soltar lo que sentís sin tanto temor al qué dirán, como expresa la canción “Abrazando lo que soy sin miedo, sin disfraz”. Suena fácil decirlo, aunque a veces llevarlo a la práctica no es tan sencillo, pero si no lo hacés vos, ¿quién? 

Ojalá que también encuentres un hombro en el que apoyarte y tengas el tuyo disponible para los demás. “Que tengas el tiempo de pedir perdón”. Y que cuando le preguntes a otros “¿cómo estas?”, te quedes y te animes a escuchar la respuesta sincera. “Escuchar lo que mi alma grita en soledad”.

Manejar las flechitas del reloj a veces no requiere grandes instrumentos. En las dos primeras estrofas la canción nos da una clave: “caminar y escuchar las hojas”, “sentarse a escuchar el arroyo”. Salir a caminar sin rumbo. Sentarse en una plaza. Cambiar las cuadras por las que volvemos del trabajo; animarnos a “perder el tiempo”. La rutina nos pone en modo zombie y cambiar una tecla, aunque sencilla, puede llegar a desencadenar otros cambios, como ocurre con las fichas de dominó.

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