Convocar, proponer, escuchar

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El lugar del liderazgo en el discernimiento pastoral

Por Gustavo Cavagnari, sdb
cavagnari@unisal.it

En nuestro artículo anterior decíamos que cuando una comunidad eclesial repiensa a la luz del Espíritu los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos de su acción evangelizadora, ella realiza un tipo de discernimiento en común que se llama discernimiento pastoral (Evangelii gaudium 33). Y enumerábamos además algunos pasos para poder llevarlo a cabo. Agreguemos ahora algo más.

De a pocos, o con todos

Todos nos damos cuenta de que no es lo mismo discernir entre diez personas que hacerlo en grupos más numerosos. Cuando los que intervienen son muchos, los procesos tendrán que hacerse por etapas, con un método definido y con una buena coordinación, sabiendo que las cosas apuradas salen mal y, sobre todo, pueden arruinar la experiencia espiritual que se quiere vivir. ¡No todo se resuelve con una “reunioncita”!

La capacidad para acompañar procesos de discernimiento se cultiva y se afina en el tiempo, se forma.

La escucha atenta, el compartir sereno y el diálogo fecundo dependen de muchas cosas: el silencio, la docilidad de cada uno a la gracia y a las sugerencias del Espíritu, la propia apertura de corazón y de mente, la honestidad de conciencia… pero también de los recursos que se usen y de las dinámicas que se generen. 

Desgraciadamente, el discernimiento comunitario a veces es una ficción; un “lindo título” con el que se quieren cubrir decisiones “precocinadas” ¡o ya tomadas de antemano! Algo así como cuando nos quejamos: “¿Para qué nos convocan si ya decidieron lo que van a hacer?” Es verdad, esto no siempre es cierto. Pero cuando lo es, deslegitima todo el proceso.

Líderes que puedan acompañar

Para que la práctica del discernimiento comunitario no se esterilice “con reuniones infecundas o con discursos vacíos” (Evangelii gaudium 207) o, como dice el Papa, sea condicionada por “escuderías, camarillas o grupos hegemónicos”, hay que reconocer la importancia de contar con buenos líderes. Laicos, consagrados o sacerdotes. Mujeres o varones.

Para que la práctica del discernimiento comunitario no sea condicionada o alterada hay que reconocer la importancia de contar con buenos líderes.

Un líder tiene que saber para qué se convoca a la gente. Si se trata de un primer encuentro para informar y crear las condiciones necesarias para la búsqueda comunitaria de la voluntad de Dios, o si se llama para una consulta, o si se invita para escucharse e interpretar una determinada situación entre todos. Además, tiene que fijar muy bien el tema y los límites de la búsqueda comunitaria. ¡No cualquier tipo de reunión es de “discernimiento comunitario”!

Un líder tiene que tener un oído “afinado”. Quienes acompañan procesos de discernimiento deben saber escuchar a los demás con respeto, atención, empatía. Escuchar lo que dicen, lo que quieren decir con lo dicen y también lo que no dicen. Escuchar e interpretar con paciencia. Escuchar y además hablar, porque si no, no hay diálogo. Pero, sobre todo, “escuchar lo que el Señor nos quiere decir” (Evangelii gaudium 152). Sí, hay que escuchar a todos y todas. Pero, entre “todas las voces todas”, es indispensable asegurar la preeminencia de la voz de Dios. ¡Podemos escucharnos mucho entre nosotros, pero ser espiritualmente sordos!

Un líder tiene que ayudar a iniciar procesos, pero también a cerrarlos. Implorando la ayuda de Dios, escuchándonos y utilizando los recursos que tengamos, antes o después tenemos que tomar una decisión. ¿Se acuerdan del famoso “concilio” de Jerusalén (Hch 15,1-29)? Es un buen ejemplo de lo que decimos. Pablo opina. Bernabé confirma. Otros rebaten. Pedro interviene. Santiago agrega. Pero cuando se termina de hablar y de orar, se decide. Esto sí y esto no. ¡Y “qué la pasen bien”!

Líderes formados y capacitados

Pensar que la figura y el rol del líder se reducen a esto sería ingenuo. Hay muchísimo más para decir. Pero en el espacio que nos queda sólo podemos agregar un puntito. Si la capacidad para acompañar procesos de discernimiento se cultiva y se afina en el tiempo, antes que nada, se forma. ¡Es un arte que se aprende!

Hablando a un grupo de seminaristas, el Papa decía que, en un mundo caracterizado por una pluralidad de sensibilidades, para quien está llamado a guiar a los cristianos a discernir los signos de los tiempos y reconocer la voz de Dios en una multitud de voces, “el ejercicio del discernimiento debe convertirse en un verdadero arte” que tiene que ser enseñado y aprendido. ¿Estamos formados para esto? ¿Estamos formando para esto?

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JULIO 2022

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