El humor, característica indispensable de quienes se reconocen amigos y amigas de Jesús
Por Victorino Zechetto, sdb
casvecio@gmail.com
La pandemia sin dudas nos ha quitado un poco la algarabía, la alegría de vivir. Lo cual no significa que pretendamos ser indiferentes ante el dolor de la gente que sufre: simplemente se trata de no claudicar frente a la esperanza que surge de la humanidad y de la fe cristiana.
Tener humor es sobre todo una actitud y una posición en la vida de una persona: es estar persuadidos de que Dios no es una palabra vacía de sentido, sino aquel que sostiene nuestra existencia. El sentimiento “cómico” en sus múltiples formas, en el fondo, brota de Dios mismo, porque la paz y el bienestar interior, el goce de vivir y de disfrutar de los bienes de la tierra y de la compañía de los otros, se basan en reconocernos creados y amados por Dios.
Disponernos para trascender con humor las pruebas del tiempo significa reconocer las múltiples formas que tienen las expresiones de humor. Y para ello es necesario identificar y reconocer algunos “instrumentos de humor”, que nos ayudarán a manifestar exteriormente esos sentimientos fundamentales. Hay tres aspectos básicos que nos ayudarán a educarnos como “personas de humor”.
Disposición positiva
Ante todo, el humor es una posición ante la vida. Para ser personas de humor es necesario encarar la propia existencia con una disposición positiva en su conjunto, como esa persona que le dijo a un amigo: “Escuché hablar tan bien de vos, que pensé que te habías muerto”. Es deseable que los sentimientos interiores con los cuales consideramos las cosas que vivimos o que nos suceden, en general, sean sentimientos benévolos, de sostenimiento y anímicamente positivos, aunque a veces nos equivoquemos.
Sin quedarnos en el error, después podemos corregirnos y obrar mejor. Lo esencial es recuperarnos y no sumergirnos en el pantano del desánimo. Revisar y contrastar nuestra posición ante el diario existir, es propio de quien toma con responsabilidad los días que vive. Quien se siente responsable del modo y de las actitudes de vida, cuida constantemente también la dirección que toma. Es ese caminar el que marca la calidad y la fisonomía de la persona.
Hechos simples, conclusiones profundas
Por otro lado, para ser una persona de humor, es preciso fomentar la observación cómica y divertida de las cosas y de los acontecimientos. De hechos simples, saber extraer conclusiones más profundas. Dijo una vez Woody Allen: “No conozco la clave del éxito, pero sé que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo”.
Tener humor es una actitud y una posición en la vida: es estar persuadidos de que Dios sostiene nuestra existencia.
“El humor es, sencillamente”, dijo un pensador, “una posición ante la vida”; y no, “como vienen sosteniendo algunos, una variedad de lo cómico, sino un fenómeno estético más complejo, un proceso anímico reflexivo, en el que entra como materia prima e inmediata el sentimiento de lo cómico en cualquiera de sus múltiples formas”. Podemos “utilizar el vocablo humor para designar el sentimiento subjetivo, y reservar para sus manifestaciones objetivas el nombre de humorismo”. El humor será para nosotros una disposición del ánimo, algo que no trasciende al sujeto que contempla lo cómico.
Reconocernos cristianos
El tercer elemento que también fomenta el humor, es la convicción de reconocernos y sentirnos cristianos, es decir, amigos o amigas de Jesucristo. Esto fundamenta nuestro sentido alegre de la vida, del existir cotidiano y nos ayuda a tomar, a veces, decisiones fuertes en la vida.
El sentimiento de pertenencia al grupo de Jesucristo, cuando arraiga en el interior de una persona, la va transformando, haciéndola capaz de realizar cosas impensadas, entre ellas, tener una alegría de vivir que transforma nuestro ser, haciéndolo contagioso en la vivencia del humor.
BOLETÍN SALESIANO – JULIO 2021