“Para ser protagonistas hay que animarse a soñar”

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Entrevista a Silvia Boullosa, Inspectora de las Hijas de María Auxiliadora de Argentina.

Por Juan José Chiappetti y Valentina Costantino //

redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Un año atrás hermanas, laicos, jóvenes y educadores llegaban a la ciudad de Córdoba para presenciar un gran acontecimiento:  la inauguración de la Inspectoría Laura Vicuña y la unificación de las hasta entonces tres inspectorías de las Hijas de María Auxiliadora.

El objetivo principal era hacer de las Hijas de María Auxiliadora una presencia significativa para los jóvenes. Y para ello el compromiso, la paciencia y el trabajo fueron fundamentales. 

La hermana Silvia Boullosa, Inspectora de las Hijas de María Auxiliadora en Argentina, estuvo presente en cada paso, y compartió con el Boletín Salesiano los desafíos y las reflexiones de este primer año.

Hace un año llegabas a Argentina para iniciar este servicio que se te encomendó. ¿Qué esperabas encontrar y con qué te encontraste?

Desde muy joven tuve ese llamado a ser entusiasta, a poner esos lazos que unen. Me gustaba mucho ser creativa, estar atenta a la realidad. Sinceramente nunca pensé que estaría en Argentina, un país grande, con tres Inspectorías que se unificaban, y que yo tendría que ser un lazo para ayudar en el tejido que Dios quería hacer. 

Me esperaba encontrar vida, carisma encarnado, muchas experiencias, la facilidad de encuentro con la gente. Sabía que se trabajaba mucho con los laicos, que los jóvenes eran muy comprometidos y los niños alegres. Lo que imaginé se fue dando y encontré mucha fuerza, hermanas abiertas, jóvenes con vitalidad y compromiso.

¿Qué rasgos de Laura Vicuña se pueden encontrar en la Inspectoría?

Laura Vicuña encontró un protagonismo entre las compañeras. No siempre fue un protagonismo positivo en los inicios, pero ella tenía la fuerza de la fe. Hoy encuentro mucha dificultad en los jóvenes, sufrimiento, pero también veo que ellos quieren salir del ninguneo, quieren estar abiertos a otras cosas, quieren buscar ese protagonismo.

Para crecer se necesita de fe y de humildad. Laura descubrió a Dios y descubrió a Dios con otros. Veo en las hermanas un deseo de apertura y de ser mejores con los jóvenes, así como las hermanas en aquella época lo intentaban. Tenemos que posicionarnos frente a la juventud de hoy.

Inauguración de la Inspectoría Laura Vicuña

Teniendo en cuenta el contexto de Argentina, ¿cómo pueden hacer las Casas de las Hijas de María Auxiliadora para ayudar a anunciar a Jesús en los jóvenes?

Yo les preguntaba a todos los chicos que salían del Instituto: “¿qué se llevan ustedes del colegio?”. Eran muy escasos los chicos que decían me llevo a Dios o me llevo el amor a María. 

Esta experiencia nos desafía a estar más atentas, a transmitirles al Dios de la vida, a hacerlo surgir y hablar de él. Cuando un chico o una chica tiene un momento difícil, ¿por qué no lo invitamos a la capilla a hablar o rezar juntos? 

Nosotros somos acompañantes, y eso fue algo que los chicos dijeron, encontraron amistad y acompañamiento. Ahora falta ese pasito de hacer propuesta vocacional para que descubran el proyecto de Dios en la vida, que sepan que, aunque el país está pasando un momento difícil, se puede soñar. Si no soñamos no podemos ser tampoco protagonistas de un cambio. 

Y por eso hay que soñar con ellos. Los salesianos y salesianas tendríamos que mantenernos siempre jóvenes en este sentido, para mantener los sueños y para protagonizar también estos deseos de cambio.

¿El oratorio sigue siendo una propuesta para los chicos y las chicas de hoy?

Sí, claro. Fuimos haciendo camino como Familia Salesiana. Don Bosco iba recogiendo a los chicos que necesitaban tener espacios de juego, teatro, música, y él les transmitía a Dios con su propia vida y testimonio

Creo que hay un pasito para dar para los chicos y chicas que no tienen otra posibilidad para jugar, cantar, correr, ser creativos y conocer a Dios. También para que todos conozcamos la realidad que acontece fuera del contexto de la institución. 

Si los valores cristianos, salesianos, se transmiten con el testimonio, con la fuerza, se ve el protagonismo de los chicos animadores, que son los mismos chicos que crecieron con nosotras. Yo me quedo muy contenta con el “él o ella vino desde pequeño”. El oratorio es una gran posibilidad.

¿Recordás algún momento especial de todas estas visitas que te haya quedado guardado en el corazón?

Recuerdo el oratorio en Curuzú Cuatiá. Se hizo una ronda grande para conocerse donde cada uno decía su nombre, expresaba la actividad que realizaba y contaba qué le significaba que las hermanas estuvieran ahí. 

Todos fueron hablando. Una chica animadora del oratorio tenía a su hermanito de ocho años. El micrófono iba pasando, pero al chiquito lo saltearon. Entonces yo le pedí que se presentara: agarró el micrófono, se presentó y dijo yo en el oratorio encontré a Dios, cuando entré al oratorio, sentí a Dios

Después hice propuestas vocacionales. Recuerdo a Mercedes, una niña de ocho años de Mar del Plata. Les pregunté qué era lo que les decía a Dios. Y entonces la chiquita dijo que Dios la invitaba a compartir la buena noticia por todas partes. Yo le dije “vas a ser una misionera o tal vez una monjita”, y me dijo sí, yo desde los cinco años quiero ser hermana.

Este es un Instituto grande y diverso, ¿cómo podemos hacer para cuidarnos entre todos en el día a día?

Caminar juntos desafía a integrar a otros, a ese que no me gusta, que piensa distinto, que me traba. ¿Cómo hacemos para integrar dentro de nuestros corazones los pensamientos diferentes?

Si nosotros aprendemos de la sinodalidad a sobrellevar riquezas y límites, aprendemos a querernos más para abrazar mejor la misión que Dios nos confió. El cuidado es un cuidado recíproco, un cuidado de acompañamiento y de llegar a las distintas realidades.

Me encantaría que todas las personas que formamos esta familia sigamos construyendo desde la esperanza. No sabemos lo que acontecerá, pero sí sabemos que la casa común la necesitamos cuidar, y el cuidado empieza justamente a través de las personas.

Vos tuviste muchos servicios en tu vida, y uno de ellos fue ser Consejera General. ¿Qué aprendizaje te dejó ese servicio?

Aprendí de las culturas diversas en los países que estuve, vi encarnado el carisma y realmente eso me impactó en todas partes, sea en la selva, sea en la cima de las montañas, en las zonas de la costa, en las llanuras, en tierra adentro, el carisma estaba encarnado.

Y después aprendí a conocer el mundo, porque no era solamente lo que yo aprendía con las visitas que hacía, sino también escuchar las distintas realidades con las hermanas que iban a otros países. Uno aprende también a descentrarse cuando te encontrás con otras realidades tan significativas.

Me siento feliz de haber aprendido tanto. Ya voy adquiriendo una sabiduría interior que me hace ser paciente y cuidadosa. Agradezco a Dios el entusiasmo vocacional. No dejé de hacer propuestas durante toda mi vida. Con casi cuarenta años de vida religiosa soy una monja feliz.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ENERO 2024

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