Gestos de Navidad

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Instantes de un acontecimiento que cambió la historia de la humanidad.

Por Valeria Valdez //

valevaldez_77@hotmail.com

Seguramente muchos de nosotros guardamos en el corazón imágenes –agradables y no tanto– de navidades pasadas: reencuentros de familias felices y otros momentos de tensión y desunión; personas queridas que tal vez ahora no están; regalos que llenaron nuestro corazón de niños; o noticias de salud difíciles de procesar; la llegada de algún nuevo integrante a la familia; o también la angustia de quedar sin trabajo, todos instantes de nuestra existencia donde Dios nace y nos invita a la esperanza. 

Cercarnos a una nueva Navidad, estamos llamados a contemplar el misterio de Dios entre nosotros, en lo que a diario atraviesa nuestra vida. Por eso, necesitamos enfocar la mirada, y hacer zoom en algunos instantes de este acontecimiento que cambia la historia de la humanidad. 

En camino

“En aquella época apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a su ciudad de origen. José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.”

Con María y José, el Señor nos invita a ponernos de camino hacia la Navidad. Y con ellos traemos al corazón a hermanos y hermanas que salieron de sus patrias buscando un nuevo horizonte de sentido y dignidad, familias enteras que sostienen mutuamente sus pasos cargados de esperanza por un mañana mejor. Hombres, mujeres y niños que caminan todo el día empujando sus carros, recolectando residuos y buscando comida entre los basurales de la ciudad. 

El Dios del universo, el Señor de la humanidad, nació de camino, y sigue naciendo en los caminos, junto a los invisibles de nuestro tiempo. Dios nos quiere caminantes, nos quiere peregrinos de esperanza. Nos quiere pueblo en camino, un pueblo sinodal que acompaña los nuevos pesebres donde Dios sigue naciendo, revelándonos su presencia imperceptible entre los olvidados e invisibles de nuestro mundo.

Llegó el parto y dio a luz

“Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y María dio a luz a su Hijo primogénito”

Venían esperándolo hace nueve meses, y justo en Belén les llega el tiempo de ser padres. Muchas “esperas esperanzadas” sostuvieron esos meses de incertidumbre y novedad. Y al nacer el Niño, múltiples nacimientos se sucedieron: María nace como Madre, José nace como padre, Dios nace como niño y la humanidad nace a la fe y a la esperanza que da sentido a la vida. 

Algunas esperas en nuestra vida no son adviento, más bien son tiempos perdidos, estériles, desanimados, que no preparan sino que desgastan. Pero hay otras esperas, activas, esperanzadas y generadoras de vida. Esperas llenas de fe que anticipan el nacimiento. Preparamos esta Navidad, empeñados en esperar la paz y la justicia en el mundo.  

Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre

“María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre…” 

Una escena que nos habla de ternura, del amor incondicional de una madre que sabe e intuye lo que el Niño necesita. Una joven Madre que se desvive en los cuidados para que el bebé se sienta amparado, seguro, abrigado. 

La ternura es un rasgo singular del modo de proceder de Dios en la historia, con ternura se manifiesta en el niño recién nacido, revelándonos su modo más divino y deslumbrándonos en su modo más humano. Dios es ternura. Su presencia en el recién nacido nos conmueve y nos abre a una de las emociones más genuinas. La ternura es amor respetuoso, delicado, concreto, atento, alegre, abierto a la reciprocidad, no codicioso, no pretencioso, no posesivo, sino fuerte en su debilidad, desarmado y desarmante.

La ternura es un rasgo singular del modo de proceder de Dios en la historia.

Lo contrario a la ternura es la dureza de corazón, de mente, de espíritu, la rigidez en todas sus formas. El miedo encapsula la capacidad para el diálogo, nos encierra en nosotros mismos, queriendo tener control sobre el otro. Sin embargo, la ternura se vuelve revolucionaria en nuestro tiempo, porque conlleva la valentía de dar pequeños pasos, es la sabiduría de los gestos discretos que constituyen el tejido de la vida cotidiana, es la sabiduría y la valentía de prevenir con un gesto afectivo, sanador y salvador. La ternura es riesgo y Dios mismo elige ese camino para manifestarse

Abrir las puertas, estar a la intemperie

“…porque no había lugar para ellos en el albergue. En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: ‘No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre’”.

Ser hospitalarios no está de moda, parece una palabra y un gesto en desuso. Sin embargo, la hospitalidad fue una de las primeras cosas que aprendió el pueblo de Jesús. Ser hospitalarios significa recibir al otro, hacerle lugar, no sólo en un edificio, sino en el corazón. 

Los pastores en medio de la intemperie de la noche, sin poseer ni casa ni propiedades, supieron e hicieron espacio para alojar al Niño recién nacido entre ellos.

Los pastores en medio de la intemperie de la noche, sin poseer ni casa ni propiedades, supieron e hicieron espacio para alojar al Niño recién nacido entre ellos. La Navidad nos invita a abrir el corazón para brindar un espacio al que se hace mi prójimo. Lo contrario de acoger no es exactamente rechazar, sino negarse a reconocer el espacio del otro en mí, es decir, a creer que todo mi espacio es mío. 

La misericordia es la acogida que hace Dios de nuestras miserias en su corazón. Él, que me trajo a mí a la existencia, también trajo al otro –a quién me enseñó a llamarle hermano–, y por eso, sólo por eso, debemos aprender a hacerle lugar.

Vieron la estrella, lo adoraron

“Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: ¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones, oro, incienso y mirra. (Mt. 2, 2.9-11)

Los magos de Oriente, no tienen idea a dónde los llevará esa estrella, pero sus corazones están inquietos y desean llegar a donde esa luz los guía. Cada Navidad para nosotros, es tener esta misma experiencia, salir de nuestros espacios conocidos y ponernos en camino hacia donde el Niño va a nacer.  

El mundo nos provoca a buscar el éxito, a tener fama, mientras que Jesús en su nacimiento nos invita a un camino distinto, el camino del anonadamiento, el abajarse. Los magos, entraron en esa dinámica interior casi sin darse cuenta: “cayeron de rodillas” al encontrar al Niño en los brazos de su Madre, se postraron y adoraron al Niño de Belén. 

Constantemente vemos noticias desgarradoras sobre guerras, trata de personas, violencia, explotación, corrupciones, enfermedades. Jesús está en todas esas realidades, en todos estos hermanos y hermanas que sufren. Por eso necesitamos volver a aprender el misterio de Dios, escondido en una gruta, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. 

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2024

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