Juwa Bosco, transformó su vida gracias a la intersección de sor María Troncatti.
Por Marta Riccioli, fma //
Cuando tuve el don de visitar la Inspectoría del Ecuador, la experiencia más fuerte fue, conocer las diferentes comunidades de pueblos originarios de la zona Andina, con sus etnias quichuas y de la zona Oriente Amazónica, con las etnias shuar y achuar. Entrando en el Amazonas, pude conocer las cuatro presencias salesianas llamadas Comunidades Apostólicas, que son animadas conjuntamente por las Hijas de María Auxiliadora, los Salesianos y algunos jóvenes voluntarios misioneros.
En la comunidad amazónica de Tuutin Entsa, las hermanas secundando mi deseo de conocer a Juwa Bosco, el shuar que recibió la gracia de sor María Troncatti, me llevaron hasta su finca. Pero cuando llegamos, lamentablemente no estaba. Al terminar mi visita, volvimos a intentarlo pero tampoco fue posible encontrarlo. Ya había perdido entonces las esperanzas de verlo. Sin embargo, la hija de Juwa que amablemente nos recibió en su casa, nos aseguró que le avisaría a su padre mi deseo de conocerlo y que seguramente, iría él a la comunidad de Sevilla Don Bosco, a donde yo me estaba trasladando. Y así fue.
“No lo dejes morir”
A los pocos días, acompañado por su esposa y sor Elena Tinitana –responsable inspectorial del proceso de sor María Troncatti–, pude conocer a este hombre bendecido por Dios, Juwa Juank Kankua Bosco, nacido en 1975 en Tuutin Entsa, casado con Natalina y padre de seis hijos.
Estuvimos toda una mañana compartiendo detalladamente la vivencia de la gracia que recibió. Escucharlo era tocar con la mano, el poder sanador y liberador de Dios, que se vale de los más pequeños para mostrar su grandeza y misericordia con los hijos más pobres de su pueblo.
En el encuentro, Juwa nos iba narrando pausadamente cada uno de los hechos, como reviviendo hasta en los más pequeños gestos, palabras y signos, la prodigiosa experiencia de su sanación. Les comparto parte de su relato, enriquecido por los testimonios presentados para el proceso de canonización de sor María Troncatti.
Juwa, en la mañana del 2 de febrero de 2015, mientras afilaba la cuchilla de su máquina para lijar tablones de madera, fue golpeado violentamente en la parte delantera de su cabeza, por una gran piedra de la amoladora que se había partido. Un cuarto de la masa cerebral voló de su cabeza, perdiendo todo conocimiento.
Fue rescatado rápidamente por su hijo Romel y sus dos compañeros. Una enfermera asistente del centro de salud comunitario de Nunkui Nunka, se apresuró para asistirlo. En una camilla improvisada, fue trasladado a pie a Yasnunka, donde llegó en estado gravísimo. Fue subido a una ambulancia aérea y transportado al Hospital de Macas, donde llegó dos horas después del accidente.
Los médicos de la sala de emergencias le vendaron la cabeza y lo entubaron, luego dispusieron que lo trasladaran con urgencia al Hospital de Ambato, que estaba mucho mejor equipado. Allí, le diagnosticaron que tenía «traumatismo craneal encefálico abierto, con exposición de tejido cerebral”.
El diagnóstico fue tan desesperanzador que Pedro, su cuñado, le colocó debajo de la camisa del lado izquierdo de su pecho, una imagen de sor María Troncatti a quien le rezó con mucha fe.
El diagnóstico fue tan desesperanzador que Pedro, su cuñado, le colocó debajo de la camisa del lado izquierdo de su pecho, una imagen de sor María Troncatti a quien le rezó con mucha fe: «Madre Troncatti, tú que tanto amaste a los shuar, haz lo que puedas, no lo dejes morir, y si te lo llevas, hazlo rápido para que sus niños no sufran».
También, su cuñada Leticia Tsere, que llevaba en su cartera la imagen de sor Troncatti, que le había regalado el misionero salesiano Luis Bolla, pronunció su oración con confianza: «Me dirigí a la Beata María Troncatti como a una amiga: Hermana María Troncatti, te entrego a tu hijo. Sé que estarás con él en la operación, no lo dejes solo porque tiene muchos hijos que lo necesitan».
Juwa Bosco se sometió a una larga cirugía al final de la cual, el doctor Cevallos Cabrera le informó al cuñado Pedro Tsere Juwa, que ya no quedaba ninguna esperanza, el pronóstico era gravísimo y le aclaró, además que, si se daba el caso de que sobreviviera, no volvería nunca a la normalidad.
“¿Dónde te duele?”
El 18 de febrero, Juwa era incapaz de levantarse y ni siquiera podía hablar. Fue dado de alta del hospital y trasladado a un apartamento en Macas, donde fue alimentado con una sonda gástrica. No le hicieron ningún tratamiento de rehabilitación cognitiva ni de lenguaje, solo le practicaron algunas sesiones de fisioterapia.
En el apartamento, sus cuñados Pedro y Leticia, habían colocado un gran cuadro de la Beata Troncatti, confiándolo a su protección. Cuenta el mismo Juwa: “En primer lugar mi cuñado Pedro Tsere y luego mi cuñada Leticia, colocaron delante de mí, una gran imagen de la Beata María Troncatti, rezaron junto a mí e invocaron a sor María Troncatti. Mi cuñado Pedro me decía: «No sufras, yo sé que ella te va a curar». Leticia me decía también: «Confía tu cuerpo a la Beata María Troncatti». Yo sentía todo lo que decían a mi alrededor, pero no podía hablar, caminar, conmoverme. En mi corazón decía: “Me pongo en tus manos». Yo no había sido bueno en la vida, pero en ese momento le dije a Dios: «Te ofrezco mi cuerpo y mis manos». Recé por mis hijos y le dije a la Beata María Troncatti: “No me lleves, porque quiero vivir hasta que mis hijos sean grandes».
En 2015, Juwa soñó con una mujer vestida de blanco que decía ser sor María Troncatti que le aseguró su pronta recuperación.
Entre finales de marzo y principios de abril de 2015, Juwa soñó con una mujer vestida de blanco que decía ser sor María Troncatti que le aseguró su pronta recuperación:
«La madre me dijo: ‘Soy sor María Troncatti’. Tomó unos ungüentos, me dijo: ‘Tú sabes m’hijito, que he venido a curarte, sé que sufres, ofrece todo tu sacrificio a Dios y yo te curaré de todo lo que sufres’. Me preguntó: ‘¿Dónde te duele?’, y me masajeaba donde yo le señalaba: mi cuello, mi pierna izquierda… diciendo: ‘Mañana caminarás’; y no me masajeó el hombro, dijo que mi esposa debería masajearlo… Sor María me preguntó: ‘¿Por qué no hablas?’. Le respondí que me dolía lo que me habían puesto en el cuello y ella me respondió: ‘No es por eso’; me dio una palmadita en la boca y me dijo: ‘Mañana hablarás’ … Se sentó a mi lado y me dijo: ‘Poco a poco, irás mejorando’; me masajeó la boca, el cuello y me dijo: ‘Mañana hablarás y caminarás’; ya en ese momento me sentí bien, me sentí feliz.
Me dijo: ‘Si tuvieras un caparazón de tortuga aquí en este momento, lo pondría donde te falta el hueso en la cabeza’, pero yo no tenía un caparazón… ¿Dónde podía encontrarlo en aquel momento?.
Yo tenía una imagen de sor María Troncatti frente a mí, en la habitación, cuando nos mudamos de casa, pero doblaron la imagen y la guardaron. Ella me preguntó en el sueño: ‘¿Dónde está mi imagen? ¿Y por qué no la tienes delante?’. Le dije que la tenía guardada y ella me dijo que la volviera a poner frente a mí. Como no podía hablar, escribí lo que sor Troncatti me había pedido, para que pusieran su imagen inmediatamente delante de mi cama, como ella me lo había pedido. Sor María Troncatti se fue, diciendo: ‘Ahora, me voy’ . Me desperté con la sensación de saber que había sido curado, que ya no me dolía la pierna y que no estaba hinchada como antes de sus curaciones, que ya había superado todo lo que había sufrido hasta esa noche».
Cuando Juwa despertó, sintió una energía particular, tanto que podía mover la pierna y el brazo; con la ayuda de su esposa, comenzó a caminar y pudo decir algunas palabras. A partir de ese momento, hubo una mejoría progresivamente sorprendente.
Presencia viva y cercana
A través del relato del sueño realizado por Juwa Bosco, se ve cómo para él y para sus parientes, sor María es una presencia viva y cercana, familiar, una amiga, una operadora de bien; expresando con esta fe sencilla y popular, la comunión real que se puede vivir con los santos.
En el sueño, sor María aparece tal cual como la recordaban aquellos que fueron destinatarios de su continuo cuidado y atención durante su vida. Si lo que se narra en el sueño en todo lo sucedido, se hubiera contado durante la vida de la beata, habría sido una escena perfectamente posible y cotidiana.
Sor María Troncatti es reconocida como la “madrecita” que ama a sus hijos, la “abuelita” que está cerca de ellos en sus dolores y dificultades, que los alienta siempre a ofrecer al Señor cada sufrimiento y contrariedad. Dicen los parientes de Juwa: “Pusimos delante de él una imagen de la Beata María Troncatti. Siempre confié en que lo curaría […]. Durante ese tiempo, solo miró esa imagen que le habíamos colocado delante […] le pusimos el crucifijo en la mano izquierda y nunca lo soltó, lo sostuvo con la mirada fija en la Madre [Troncatti]».
En la cultura shuar existe la creencia de que no hay que contar los sueños, para que se puedan cumplir. Sin embargo, Juwa cuenta el sueño en todos sus detalles.
En la cultura shuar existe la creencia de que no hay que contar los sueños, para que se puedan cumplir. Sin embargo, Juwa cuenta el sueño en todos sus detalles, primero a su esposa Natalina a quien, al principio le cuesta dar crédito a todo lo que escucha de su marido y luego, lo narra a otras personas cercanas.
El relato del sueño contado por Juwa subraya muchos detalles, especialmente los que parecen más insignificantes o «curiosos», como el caparazón de tortuga, o la solicitud de volver a exponer el cuadro de la beata en el dormitorio, o la palmadita en la boca… todos estos detalles, hablan de una coherencia interna de la historia, dando cohesión a toda la escena.
En la narración del sueño, emerge un fuerte valor simbólico de gestos y de palabras: sor María masajea su pierna paralizada, signo de curación de todo lo que bloquea, paraliza e impide caminar y vivir una vida normal; al golpear su boca, lo cura del mutismo, de la incapacidad de comunicarse y de recuperar relaciones sanas; al curar su cabeza, lo sana de una forma equivocada de pensar y de vivir.
De hecho, la curación de Juwa no es sólo física, sino también moral y espiritual, una verdadera conversión de vida: «Yo viví hablando mal, cometí muchos errores, sacrifiqué a mi esposa… ahora sí, que seré mejor«.
Un corazón sencillo
Como último detalle del milagro, la hermana de Juwa, enfermera en Nunkui Nunka testimonia: “Antes del accidente, él no era una persona correcta. Ahora está dedicado a su familia y a Dios». Su esposa, de hecho, afirma: «Al ver a mi esposo, la gente dice que lo que sucedió es un milagro de Dios. Incluso en los exámenes médicos en Taisha, los médicos dijeron que se trataba de un milagro. Le preguntaron cómo se había curado mi esposo, y él respondió enseguida: «Por medio de sor María Troncatti me he curado». Después de este incidente, mi esposo cambió por completo: antes, le daba poca importancia a Dios y a la oración. Ahora él, es el primero en rezar y en hacerme rezar. Ese fue un cambio radical en su vida».
Finalmente, el mismo Juwa confirma: «Dios habla a través de la Beata María Troncatti. Dios puso su fuerza a través de ella para mi curación […]. Ahora soy un espejo para la gente… para que los jóvenes y adultos invoquen a Dios. Ella hizo este milagro en mí, para que conozcan a Dios».
Al poco tiempo de ser curado, Juwa acompañado de su cuñado Pedro, caminó hasta el Santuario de Macas para agradecer el don de su sanación. Al regresar a su comunidad, sanado física y espiritualmente, comenzó a invitar a otras personas a tener fe en Dios y a encomendarse a la intercesión de sor María, convirtiéndose en un instrumento de evangelización entre su misma gente.
A través de este milagro, se hace evidente que todos pueden reconocer el poder del amor de Dios y al mismo tiempo, el compromiso de Juwa en ser testigo de ese amor, gracias a la intercesión de sor María Troncatti.
Toda su vida ha cambiado, su vida de fe y de compromiso cristiano, buscando ser un testimonio coherente tanto para su familia como para su pueblo shuar.
Hoy Juwa Bosco lleva una vida igual a la de muchos, habla y razona, contagia su buen humor y hace bromas ocurrentes, tiene movilidad en sus manos para desenvolverse, camina correctamente, trabaja en su finca, y hasta juega al fútbol… ¡ese deporte que tanto le gusta! Además de su curación física, lo más importante que él reconoce, es que toda su vida ha cambiado, su vida de fe y de compromiso cristiano, buscando ser un testimonio coherente tanto para su familia como para su pueblo shuar.
Cuando el 25 de noviembre pasado, día del anuncio del reconocimiento del milagro llamé a Natalina para darle la noticia en nombre de la Madre Chiara Cazzuola, ella y Juwa llorando de alegría agradecían una y otra vez al Buen Dios, por el regalo de la sanación que les brindó a través de sor María Troncatti… Después, todas las palabras se silenciaron, en la emoción de un corazón sencillo, que sólo sabe agradecer.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2024