En Resistencia, Chaco, una nutrida comunidad de educadores anima una presencia salesiana que busca estar cerca de los que quedaron lejos.
Por Juan José Chiappetti y Santiago Viskatis
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Con la confianza y la picardía de los que saben que tienen respaldo “de arriba”, el padre Horacio Ióvine colocó hace ochenta años un cartel en el cuartito que hasta ese momento era todo el lugar disponible en la obra de Resistencia, Chaco. Decía: “Dirección del Colegio Don Bosco – Provisoria”.
Junto a los salesianos Rolando y Marossi, dio comienzo aquí a la presencia salesiana con un oratorio, la catequesis y la Eucaristía. Luego vino el primario, el internado para los chicos del interior de la provincia, el secundario…
Hoy la obra salesiana es un referente religioso y educativo en la ciudad, donde generaciones de exalumnos no dudan en confiar la formación de sus hijos e hijas. Y son los laicos los que animan esta casa, acompañados por la comunidad religiosa que reside en la vecina localidad de Fontana.
Con la misma confianza y picardía, esta nutrida comunidad de educadores, familias y salesianos cooperadores lleva adelante la gestión de la escuela, impulsa los distintos oratorios, apuesta a la formación profesional para jóvenes y adultos de los barrios más alejados, y busca tender puentes de interculturalidad con el pueblo qom. Y este 8 de diciembre, festeja sus primeros ochenta años.
La obra salesiana de Resistencia es animada por laicos desde 2007. “Creo que podemos celebrar ese vasto movimiento del que viene hablando la Congregación hace varios años, de laicos y religiosos, con una identidad cada vez más fuerte de esperanza, de solidaridad con los pobres. Lo central es ese deseo de trabajar juntos, este patio lleno de gente, los oratorios, la catequesis, las clases, los talleres… ese día a día donde la gente viene aquí con alegría”, resalta el padre Fernando Goicochea, animador salesiano de la comunidad, junto al padre Salvador Moreno.
La escuela, con más de 1300 alumnos, ofrece los niveles inicial, primario y secundario. Antonio Ybarra conoció a los salesianos en Formosa y hoy es el rector del secundario: “Buscamos un ambiente que haga que los chicos se sientan bien. Es el vínculo con los chicos lo que educa, el sistema preventivo, que hace que ellos deseen estar en el colegio. Hay también mucha solidaridad, con las actividades de intervención sociocomunitaria en otros barrios”.
Micaela Romero tiene 27 años. Nació en la comunidad qom de Castelli, en el interior de la provincia, y vino a Resistencia a estudiar y trabajar. Es docente en educación bilingüe intercultural indígena. Conoció la obra salesiana por el oratorio que hacían en su barrio, y desde 2019 brinda aquí talleres de lengua qom: “Los alumnos trabajan en ámbitos públicos y están en constante contacto con personas de la comunidad. Los cursos les permiten poder interactuar, preguntarles el nombre, cómo se sienten y entender un poco la cultura”.
Después de cinco años, en 2021 volvió el centro de estudiantes del secundario. El presidente es Sebastián Enelli, quien valora mucho la educación recibida en el colegio y, si bien muchos proyectos no se pudieron concretar por la pandemia, está contento por lo realizado desde el centro: “Éramos tan sólo 3 alumnos y hoy pasamos a ser 100. (…) Plantamos árboles alrededor del colegio, hacemos torneos para poder ayudar a crear el laboratorio del colegio, colaboramos en mejorar la cantina. Y tenemos muchos proyectos más”.
La obra salesiana anima cuatro oratorios ubicados en distintos “extremos” de la ciudad. Allí, jóvenes y adultos colaboran cada sábado en brindar un espacio de educación y catequesis a cientos de niños. “Uno está en el barrio Don Bosco. En 2009, luego de una misión juvenil, surgió el oratorio del barrio La Rubita, donde hoy está la capilla San Juan Pablo II. En 2014 empezamos a ir al barrio Toba, a la escuela de gestión indígena, y ahí nació otro oratorio. Y el último es el Ceferino, en el asentamiento Zampa, donde los salesianos cooperadores están impulsando la construcción de una capilla, y ya se consiguió un terreno”, explica el director general de la obra, Antonio Pedone. Los cooperadores son un apoyo muy importante para esta tarea, que cobró aún más protagonismo durante las acciones solidarias realizadas en la pandemia.
Cada sábado a la tarde, un grupo de chicos se junta en el patio del Don Bosco a buscar transmitir a otros chicos y chicas algo del amor y la fe que aprendieron aquí. Una de ellas es Morena, 16 años, del grupo VIDA: “Acá puedo reunirme con mis amigos y sentirme como en mi casa, protegida, con personas que me pueden aconsejar y acompañar. Y así les pasó a muchos chicos que pasaron por este patio, que se formaron acá y lograron expandir su fe. Se criaron acá, fue su casa, fue su escuela. Acá transcurrió su vida. Y ahora desplegaron sus alas”.
BOLETÍN SALESIANO – DICIEMBRE 2021