Los recientes hechos de conflicto en el sur de nuestro país requieren ser abordados con la complejidad que merece un problema que lleva siglos sin resolverse.
Por Francisco Chimento, sdb
fchimento@donbosco.org.ar
“Todos estamos invitados a acercarnos a los pueblos… de igual a igual,
respetando su historia, sus culturas, su estilo del ‘buen vivir’.”
(Francisco, Apertura de los trabajos de la Asamblea Especial, 07/10/19).
Las últimas semanas hemos sido testigos de numerosos hechos de violencia sucedidos en la Patagonia; el más lamentable y desgarrador es, sin dudas, el asesinato de Elías Garay, un joven mapuche que participaba de un reclamo pacífico de tierras en la localidad rionegrina de Cuesta del Ternero. Otro integrante de la comunidad, Gonzalo Cabrera, terminó hospitalizado, grave, con una bala en su estómago.
Frente a información que muchas veces llega incompleta, es importante poder enriquecerse con la voz de quienes están presentes en esos territorios, un posicionamiento desde otro lugar en medio de conflictos que hunden profundamente sus raíces en el tiempo.
Los equipos de la Iglesia que acompañamos hace tiempo a los pueblos originarios —como ENDEPA, Equipo Nacional de Pastoral Aborigen, o los EDIPA, Equipos Diocesanos de Pastoral Aborigen— repudiamos todo tipo de violencia. Y reconocemos que hay heridas y dolores. No queremos rasgarlas ni hacerlas sangrar nuevamente. Queremos, con la mano de Dios, que sanen y cicatricen. Hacer memoria de los hechos de injusticias históricas del pasado y del presente para reconocerlos en la verdad y en la justicia, para pedir perdón, para perdonar, para reconciliar y para reparar. Y así poder juntos construir una verdadera patria de hermanos y hermanas.
Derecho a ser distintos
En el panorama latinoamericano, Argentina no elaboró su identidad partiendo de sus raíces amerindias. Esos elementos indígenas no se vieron incluidos en el sistema productivo nacional, ni asimilados a través del mestizaje, sino en una mínima parte. Fueron más bien expulsados y exterminados a través de la conquista militar de sus propios territorios.
Desde la pastoral aborigen experimentamos día a día que los pueblos indígenas tienen su cultura, su religión, su identidad y su historia. Es un derecho fundamental: poder ser distinto. La fe en Jesús no es un proyecto paralelo al proyecto histórico de los pueblos. La evangelización es el proceso de entrelazar el proyecto histórico de Jesús, el Reino, con el proyecto histórico de cada pueblo.
Los pueblos indígenas tienen su cultura, su religión, su identidad y su historia. Es un derecho fundamental: poder ser distinto.
Las iglesias estamos invitadas a decirles a los pueblos indígenas que los necesitamos como tales. Tomando palabras de monseñor Marcelo Melani, salesiano: “Ellos son un aporte único e irrepetible en el concierto de los pueblos con su riqueza de sabiduría, mitología, expresión simbólica y ritual, su simetría organizativa, su hospitalidad, su práctica de reciprocidad”.
El otro me enriquece
Estamos llamados a respetar las culturas y los derechos de los pueblos. Como Iglesia, como comunidad de creyentes, “rechazamos una evangelización de estilo colonialista. Anunciar la Buena Nueva de Jesús implica reconocer los gérmenes del Verbo ya presentes en las culturas. La evangelización que hoy proponemos… es el anuncio inculturado que genera procesos de interculturalidad, procesos que promueven la vida de la Iglesia con una identidad y un rostro amazónico” (Documento final del Sínodo de la Amazonía, N°55).
La invitación es entonces a la conversión cultural, que es poder pasar de un colonialismo —imposición— y proselitismo —captar adeptos— al Anuncio del Evangelio inculturado que genera procesos de interculturalidad. La espiritualidad de la interculturalidad, como encuentro de enriquecimiento mutuo, de reciprocidad profunda y de interaprendizaje, de no mirar al otro como amenaza, reconoce las diferencias culturales como revelación del rostro de la humanidad. Una humanidad creada a imagen y semejanza de Dios, que conduce a la transformación y el enriquecimiento de todos los implicados.
Esperando una solución institucional
Actualmente, los pueblos originarios en Argentina exigen la prórroga de la vigencia de la Ley Nacional 26.160 —hoy 27.400— que ordena realizar un relevamiento técnico, jurídico y catastral de las comunidades indígenas y de los territorios ocupados por las mismas de forma actual, tradicional y pública. Además, es la única que expresamente dispone la suspensión de los desalojos de los territorios que poseen de manera ancestral.
No deja de ser paradójico —¿vergonzoso, tal vez?— que las comunidades indígenas hayan tenido que luchar para que se renueve una ley que de por sí es incompleta. ¿Será que cuanto menos tiempo se dedique al cumplimiento de los derechos indígenas que involucran cesión de bienes, menor es la posibilidad de que se concreten tales cesiones?
La falta de una solución institucional al histórico reclamo de los pueblos originarios pone en riesgo la paz social del país.
Mientras por un lado las comunidades indígenas e instituciones aliadas invierten tiempo, esfuerzos, recursos y vida para acompañar el proceso de las prórrogas, por el otro se priorizan y se socializan en el país modelos productivos y de consumo extractivistas, que destrozan la biodiversidad y las tierras ancestrales de los pueblos originarios. Y sostenidos por empresarios nacionales, terratenientes extranjeros, artistas que no saben dónde invertir sus ganancias, dueños con títulos de millones de hectáreas. Suena aquello del tero, “que pone los huevos en un lado y grita en otro”.
De esta manera, la falta de una solución institucional al histórico reclamo de los pueblos originarios pone en riesgo la paz social del país, donde son varios los pactos internacionales vinculados al reconocimiento de los territorios indígenas que no se cumplen: no sólo el artículo 75 inciso 17 de la Constitución, sino también las declaraciones de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos sobre los derechos de los pueblos indígenas, o el Convenio 169 de la OIT..
Por eso urge prorrogar este año la Ley 26.160, pero más urge que los Diputados la aprueben. No se puede seguir jugando con la vida de las comunidades indígenas de Argentina. Si se aprueba, permitirá ir deconstruyendo y reconstruyendo una Argentina acepte las culturas diferentes y los derechos de los pueblos indígenas, reconociéndonos, en este siglo XXI, como el país pluriétnico y multicultural que enuncia la Constitución Nacional.
“María, nuestra Madre.
Tú, con tu actitud, nos dices que la inculturalidad es,
más que nada, cuestión de Visitación.
Tú, sales a prisa al encuentro de la Vida, llevándola sobre todo en tu propio vientre. Nos enseñas que Visitación es salir al encuentro de la diversidad, que supone viajar, salir de la propia casa, movida por el Misterio que habita tu vida joven y la hace misionera, para encontrarte con el Misterio que habita también a Isabel en su avanzada edad.
Esta Visitación es la que hace posible el encuentro de lo antiguo con lo nuevo, de la rica tradición con la novedad del Espíritu; encuentro de la mirada de dos mujeres que se miran a los ojos, y aprenden a mirar con otros ojos la vida, la historia, fusionándose en un salto de alegría, en bendición, en Magníficat. Un encuentro que las enriquece y hoy nos enriquece.
Tu Visita, María, a Isabel, el salir del Misterio, te hace cantar la canción que incluye todas las culturas, todas las marginalidades, todas las exclusiones y las pobrezas… culturas que buscan la vida, esa vida que Vos llevás en tus entrañas; es un cántico que es al mismo tiempo contracultural, porque derriba todo lo que amenaza la vida, a quienes no la reconocen, a quienes la vacían de valor y sentido.
El Magníficat se constituye en ser la música de fondo de la interculturalidad.
Amén«
BOLETÍN SALESIANO – DICIEMBRE 2021