“No hace falta que te invite”

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Los jóvenes y el folklore siguen siendo compatibles.

Por: Valentina Costantino

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Cuando escuchás una canción de Mercedes Sosa, cuando compartís un mate, unas empanadas o un asado con tus amigos, cuando alentas a tu país en un partido de fútbol, cuando comprás un adorno en la feria de artesanías, cuando recordás la milonga que tu abuelo tarareaba, cuando te cruzas con un santuario de un santo o del Gauchito Gil en la ruta… Cuando interpretas o experimentas prácticas populares que identifican a tu cultura, estás remontando en la geografía y la historia de tu pueblo, región o país. Y eso es el folklore.

El 22 de agosto es el Día Nacional e Internacional de Folklore, y es una oportunidad para recordar el conjunto de creencias, comidas, leyendas, vestimenta, lenguaje, juegos, prácticas religiosas y arte popular, que se trasmiten de generación en generación y que representa quienes somos.

Un sentido de pertenencia

Entonces, si el folklore representa la identidad, y por lo tanto, la historia de un pueblo, ¿qué le aportan los jóvenes? ¿Y de qué forma los impacta?

“Los jóvenes y, sobre todo, los adolescentes, están viviendo uno de los momentos existenciales más fuertes de la vida: quién soy, de dónde vengo, qué quiero ser. En esta construcción de la identidad, el folklore ayuda a ver en la propia historia, familiar y comunitaria, la raíz de la identidad”, explica Aldo Epullán, músico y lutier, docente del colegio de Nuestra Señora de los Remedios del barrio porteño de Parque Avellaneda, y enfatiza en que “redescubrir esta historia, asumirla, valorarla y reconocerse como parte de ella, ayuda a fortalecer el sentido de pertenencia a la comunidad donde se vive, a entender la “otredad” y dialogar respetuosamente con lo diverso, a descubrir que el aporte que ellos pueden hacer a la cultura popular no solo es oportuno sino también necesario en la historia colectiva”. En su vida como educador, recuerda a jóvenes emocionarse al escuchar canciones folklóricas, y jóvenes que “aprenden a tocar los ritmos, incluyen nuevas sonoridades, escriben y componen para luego publicar por redes sociales”.

“El folklore ayuda a los jóvenes a ver en la propia historia, familiar y comunitaria, la raíz de la identidad”.

Por su parte, Claudia Novelli, maestra de nivel primario del colegio San Pedro, destaca a nuevos artistas como Milo J, un cantante de trap con raíces folklóricas que con tan solo dieciocho años interpretó la canción “La pucha con el hombre” de Los Carabajal. Los y las jóvenes hoy cuentan con muchos elementos tecnológicos como el celular, la computadora o el streaming que los motivan desde otro lugar, y son también quienes en muchas oportunidades defienden la identidad cuando se refieren respectivamente al folklore: “los hace reflexionar, les genera nostalgia y los remite a recuerdos de sus padres, sus tíos o abuelos”.

Volver a las raíces

A fines del siglo XIX y gran parte del XX, en Argentina, se creía que el folklore sólo pertenecía al espacio rural, que no se “contaminaba” con lo nuevo y por eso perduraba en el tiempo. En la actualidad se entiende que el folklore no sobrevive, sino que vive en las comunidades, incluso las urbanas. Es dinámico, se recrea constantemente, no se “contamina”, sino que se va transformando, sin perder su identidad.

“Es dinámico, se recrea constantemente, no se “contamina”, sino que se va transformando, sin perder su identidad”.

En diversas ocasiones es una respuesta desde las raíces a ciertos ‘atropellos’ e ‘imposiciones’ culturales propias de una época determinada. Si bien no siempre cuenta con la difusión de los medios de comunicación, desde el boca en boca, de casa en casa, de pueblo en pueblo, va transmitiendo aquellas tradiciones y costumbres que nos unen. “Es diferente de algo popularizado, que no tiene que ver con lo folklórico, sino más bien con lo industrial, lo comercial o lo mediático. Que algo sea masivo no significa que sea popular”, aclara Aldo.

Por su parte, Claudia expresa que perdura en el tiempo porque es parte de una historia que alguien transmite, enseña o recuerda: “Si en una casa un abuelo que ya no está, tocaba la guitarra para los cumpleaños, hoy existe ese recuerdo. Incluso quizá algún nieto o familiar toma la guitarra y canta esas canciones”. Además señala que siempre hay alguien enseñando a tocar una chacarera o aprendiendo a zapatear. Incluso las competiciones de zapateo son muy populares en diferentes partes del país y en cada región serán diferentes según su estructura, su clima y sus vivencias.


La palabra “folklore” fue propuesta por el escritor británico Williams John Thoms mediante una carta a la revista “The Atheneum” de Londres, publicada el 22 de agosto de 1846. Con el nuevo término Thoms procuraba sustituir expresiones ambiguas como ‘antigüedades’ o ‘literatura popular’, entonces en uso para designar concretamente el saber tradicional del pueblo.

En Argentina, la celebración también honra a Juan Bautista Ambrosetti, un etnógrafo y arqueólogo entrerriano que dedicó su vida al estudio y difusión del folklore argentino. Ambrosetti es reconocido como el padre de la ciencia folklórica en nuestro país.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO 2025

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