Salvados por la esperanza

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Una reflexión a partir de la encíclica Spe Salvi de Benedicto XVI.

Por Juan Domingo Salinas Donoso, sdb

jsalinas@salesianos.cl

Quien tiene esperanza vive de otra manera;
Se le ha dado una vida nueva.
(Spe Salvi 2)

En un mundo donde las certezas parecen desmoronarse y el futuro se dibuja incierto, la esperanza cristiana se alza como un faro en medio de la tormenta. Benedicto XVI, en su encíclica Spe Salvi, nos recuerda que “en esperanza fuimos salvados” –Rm 8,24– y que esta no es una ilusión pasajera, sino una fuerza transformadora que da sentido a la vida. Para los jóvenes, que buscan respuestas en un mar de incertidumbres, esta esperanza se presenta hoy en día como un ancla firme en el amor de Dios.

Cambia la vida

El Papa emérito nos dice que “el mensaje cristiano no era sólo ‘informativo’, sino ‘performativo’” Spe Salvi, 2–. No se trata solo de saber que Dios existe, sino de experimentar profundamente que este encuentro cambia radicalmente la vida. Un joven que descubre a Cristo no solo encuentra una idea, sino un camino, una verdad y una vida –Jn 14,6–. En una sociedad donde la desesperanza se camufla en la indiferencia y la superficialidad, ser testigos de la esperanza cristiana es un llamado urgente.“Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente”Spe Salvi, 2–. Muchos jóvenes viven atrapados en la angustia del presente porque no ven un horizonte claro. Sin embargo, la fe nos asegura que nuestra vida no se pierde en el vacío, sino que está encaminada hacia un destino lleno de sentido: la vida eterna. No significa escapar del mundo, sino enfrentarlo con una fuerza renovada.

La fe nos asegura que nuestra vida no se pierde en el vacío, sino que está encaminada hacia un destino lleno de sentido: la vida eterna.

La historia de santa Josefina Bakhita es un ejemplo luminoso de cómo la esperanza en Cristo libera. De esclava maltratada pasó a ser una hija libre de Dios, porque supo que su vida tenía un valor infinito: “Ahora, por el contrario, oía decir que había un Paron por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno”Spe Salvi, 3–. Su testimonio interpela especialmente a los jóvenes que sienten que su vida está marcada por el sufrimiento o la injusticia, Dios no los olvida, y su amor es más fuerte que cualquier adversidad.

No defrauda

La esperanza cristiana no es individualista, sino comunitaria. No podemos ser indiferentes ante el dolor ajeno, ya que “Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” –2 Cor. 5; 12–. La esperanza nos compromete con la transformación del mundo, con la lucha por la justicia y con la construcción de una sociedad más fraterna. Esto no significa esperar pasivamente, sino actuar con la certeza de que Dios ya esta obrando en la historia.

La esperanza nos compromete con la transformación del mundo, con la lucha por la justicia y con la construcción de una sociedad más fraterna.

Los jóvenes están llamados a ser testigos de esta esperanza. En un mundo que a menudo invita al conformismo o al desencanto, ser portadores de esperanza es un acto revolucionario. La fe nos enseña que “la vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación” –Spe Salvi, 27–. La relación con Dios nos impulsa a vivir con alegría, con valentía y con la certeza de que nuestra historia no está cerrada, sino abierta a la promesa de la eternidad.

Hoy, más que nunca, necesitamos jóvenes anclados en la esperanza, dispuestos a irradiarla en sus ambientes. Porque quien tiene esperanza vive de otra manera. Y esa diferencia puede cambiar el mundo.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2025

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