Me llamo José Caranta

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Por: Néstor Zubeldía, sdb

nzubeldia@donbosco.org.ar

Me llamo José. Nací y me crié en el campo, en el norte de Italia, trabajando duro desde pequeño para ganar el pan de cada día. A los veintinueve años, ya hecho un hombre, entré a la casa salesiana de San Benigno Canavese con el deseo de entregar mi vida a Dios. Allí hice mis primeros votos como salesiano coadjutor el 24 de septiembre de 1897 y aprendí el oficio de zapatero

Apenas estrenado el siglo XX, me ofrecí para las misiones en América. Formé parte de la 34° expedición misionera salesiana. Don Rúa, el sucesor de Don Bosco, que me apreciaba mucho, me dijo esa vez: “Irás a América. Luego regresarás a Italia, pero después volverás nuevamente allá para seguir trabajando un poco más”. Y así fue. A los veinticinco años de misión, volví por primera vez a mi tierra. Y poco después regresé a América por otros veinticinco años de trabajo. En Viedma fui por mucho tiempo sacristán y maestro zapatero y acompañé el trabajo de las Hijas de María Auxiliadora que atendían sacrificadamente la cocina y la lavandería para tanta gente como éramos, chicos y grandes. 

El padre Luis Pedemonte, que fue inspector en Viedma, me encomendó acompañar a los misioneros en sus largos viajes. Había que preparar los caballos y los carros, conseguir las provisiones, organizar el recorrido y ver los lugares donde parar en esas distancias interminables. Con los años y con la experiencia de seguir el curso de los ríos y de atravesar valles y desiertos hasta la cordillera, llegué a elaborar mis propios mapas. La línea sur del río Negro, el valle del Chubut y los lagos cordilleranos no tenían secretos para mí. Parece que los mapas no salieron mal, porque hasta del estado mayor del Ejército quisieron comprármelos. No éramos muchos los que en aquellos años conocíamos esos lugares inhóspitos que a mí me tocaba recorrer con frecuencia. 

En los largos viajes teníamos tiempo de sobra para rezar el rosario, para recordar uno a uno a nuestros difuntos y para conversar un poco. Ni bien llegábamos a algún rancho perdido en esas inmensidades, yo me encargaba de alimentar y hacer descansar a las cabalgaduras, de conversar con quienes nos hospedaban, de ver quién necesitaba prepararse para los sacramentos y de buscar algún recoveco donde pudiéramos echar a reposar también nuestros huesos. Como agradecimiento, siempre ofrecía ayudar con mi oficio, arreglando botas, zapatos, monturas y lazos. El padre Pedemonte decía que yo era como Juan el Bautista, porque allanaba los caminos del Señor. Siempre me gustó esa definición suya y disfruté de poder acompañar a los misioneros y de constatar todo lo que Dios iba obrando entre esa gente sencilla. También me fui acostumbrando a la lengua de la gente del campo y aprendiendo su idioma de tierra adentro. Más de una vez los paisanos se sorprendían al ver a un huinca que hablaba como ellos.

A los ochenta ya no me quedó otra que pasar a los cuarteles de invierno como dicen. Primero, un tiempo internado en el Hospital San José de Viedma, siempre al cuidado de nuestro santo hermano Artémides. En cuanto mejoré un poco, conseguí el permiso para volver a trabajar, al menos dos añitos más, en la portería del colegio San Francisco de Sales. Y cuando ya no quedó más hilo en el carretel y tuve que volver al hospital, viendo que también Don Zatti estaba enfermo y que él era mucho más necesario y más valioso que yo, le ofrecí a Dios mi vida por la suya. ¡Qué bueno había sido siempre Dios conmigo!

José Caranta había nacido en Valdieri, Cúneo, Italia, el 4 de septiembre de 1867. Fue salesiano coadjutor por cincuenta y cuatro años, la mayor parte de ellos como misionero en la Patagonia. Quienes lo conocieron decían que si su vida había pasado desapercibida fue porque tuvo al lado a otros santos como Artémides Zatti. Cuando se realizó el proceso canónico para la beatificación de Ceferino Namuncurá, el obispo Borgatti decía que el próximo santo sería Caranta. Murió unas semanas después de don Zatti, el 9 de abril de 1951, a los 83 años.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2025

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