El libro del padre Jorge Oesterheld, que aborda un tema tan complejo como necesario.

Por Valentina Costantino y Ezequiel Herrero
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Frente a una enfermedad prolongada y de difícil resolución, personal o de una persona cercana, surgen muchas más preguntas que certezas. Lo mismo ocurre cuando debemos afrontar situaciones críticas o problemas graves. “Cómo llegué a esto, por qué a mí, qué hice yo para tener que estar en esta situación, de quién es la culpa, qué va a pasar después, cómo seguir adelante…”.
Frente a estos cuestionamientos hay quienes buscan respuestas en la fe, otros se apoyan en la ciencia, pero ¿una excluye a la otra?
El padre Jorge Oesterheld – quien fuera responsable de la Oficina de Prensa de la Conferencia Episcopal desde 2002 hasta 2014, en tiempos donde el arzobispo de Buenos Aires y presidente de la CEA era el cardenal Jorge Bergoglio-, es un apasionado por la comunicación y siempre disfrutó de escribir. Cuando se encontraba internado atravesando una dura enfermedad no fue la excepción. Lo hacía como podía: “Al principio escribía habitualmente, después ya no tenía muchas fuerzas y escribía en el teléfono como podía, pero nunca me imaginé que iba a terminar en un libro«.
Con el correr del tiempo, esas anotaciones las fue compartiendo con otras personas y fueron sobre todo algunas vinculadas al ámbito de la salud quienes lo animaron a publicarlas. “Quimio y fe. El milagro de la confianza” de Editorial Claretiana, es un texto sencillo, con reflexiones profundas que surgen del relato de una experiencia personal. “Un médico oncólogo me dijo que es un texto muy importante para los médicos y los enfermeros”. Hoy además es una oportunidad para dialogar desde una mirada de fe, sobre un tema siempre complejo, pero imprescindible.
El subtítulo del libro es el milagro de la confianza, lo primero que surge preguntas es, ¿la confianza en qué o en quién?
El título hace referencia no solamente a la fe en Dios, sino también a la fe en la quimio. Tenemos que superar esa imagen de que por un lado está la fe y por otro lado está la ciencia. Y “el milagro es la confianza” es porque mientras estaba muy mal, me sorprendía de seguir confiando. A veces se habla de la confianza en Dios casi como un peaje que nos cobra para ayudarnos. Dios no quiere y no necesitamos ningún peaje para llegar a Él. La confianza es un regalo de Dios y es un milagro.
Dios se nos va revelando de diferentes maneras según las distintas etapas de la vida. En este tiempo descubrí que Dios está siempre cerca mío, acompañando, pero sin imponerse. Dios siempre espera tus tiempos y tus posibilidades.
El vínculo con Dios se me hizo mucho más íntimo, más personal, y mucho más profundo con respecto a lo que yo estaba viviendo. Cuando estás muy mal la verdad es que todos los problemas globales te parecen cosas lejanas.
Una persona de fe recibe un diagnóstico de una enfermedad muy grave. ¿Cómo se mira al futuro a partir de ese momento?
En el primer momento lo único que pensás es lo que hay que hacer y resolver. Una de las cosas que a mí me hizo bien fue ir día por día. Por el momento hay que olvidarse de qué va a pasar, porque no sabemos qué va a pasar, ni cuando estás enfermo ni cuándo no estás enfermo.
Me ayudó mucho la gente que me rodeaba y me ayudó mucho estar atento a ellos: familiares que estaban asustados o mismo colaborar con los enfermeros para que ellos también puedan trabajar. Hay etapas de mucho enojo, hay etapas de mucha tristeza, pero yo insisto, para mí el milagro fue la confianza y la tranquilidad que tuve todo el tiempo.
¿Cuál es la mejor forma de acompañar a alguien que está atravesando un momento así?
No sé si hay una manera correcta, pero hay que acompañar con mucho cariño. A veces eso significa quedarse callado y evitar conversaciones que no tienen sentido. El enfermo no siempre necesita charlar, necesita saber que estás y sentir el amor.
El enfermo no siempre necesita charlar, necesita saber que estás y sentir el amor.
La sociedad hoy parece imponer la idea de vivir el presente y esquivarle al dolor. La situación de una enfermedad te obliga a ir un poco a contramano…
Desde que soy cura me siento a contramano, en realidad desde que soy cristiano me siento a contramano. Y a medida que pasan los años me siento más a contramano. Uno como cristiano no tiene que juzgar el mundo. Pero a mí me cuesta sincronizar con las respuestas a las problemáticas, veo mucha superficialidad en la respuesta y mucha huida del problema, más que asumirlo. Nosotros como cristianos tenemos una palabra para aportar a eso, pero hay que hacer una profundización sobre lo que significa.
¿En este ser cristiano hay un plus en enfrentar un diagnóstico o en esa situación estamos todos en la misma?
A mí ser cristiano me ayuda mucho, pero conozco mucha gente que no tiene la fe que yo tengo y que ha enfrentado igual o mejor las mismas situaciones. No es solamente una cuestión de fe en Dios, es una cuestión de fe en uno mismo, de fe en la vida, es una actitud ante la dificultad. Hay gente que no tiene fe cristiana, como la puedo tener yo, pero es más valiente y tiene más capacidad de enfrentar las cosas. Yo pude haber enfrentado todo esto con el consuelo de Dios y desde la Iglesia, pero hay gente que lo hace por sus hijos o por su familia. Entonces no es necesario o indispensable que sea desde la fe cristiana, pero sí desde alguna fe, porque uno tiene que tener algún motivo para pelear estas cosas.
Y respecto a la oración, ¿cómo se reza? ¿Qué se pide?
Depende de los días, de las horas, de los minutos. A veces pedís que Dios te ayude y te salve ya, a veces pedís que venga la enfermera de una vez para que te ponga la inyección y te duela menos. A veces pedís que amanezca de una vez porque la noche no se te acaba nunca. Yo pedía vivir bien lo que estaba viviendo, y es curioso, pero yo nunca pedí curarme. Cuando pensás que no hay ninguna solución, lo que importa es el amor, el amor de Dios, el amor tuyo a Dios, el amor de los demás y estar viviendo eso bien y por eso te alcanza y te sobra.
Por un lado parecería que frente a la situación límite todos nos volvemos creyentes. Como Iglesia, ¿cómo nos acercarnos un poco más a esas situaciones y qué mensaje estamos dando?
Jesús se pasó toda la vida predicando y curando. Y esto debería enseñarnos que nuestro mensaje es curador, cuidador y salvador. Por eso la comunicación y la pastoral de la salud deben ser centrales en la vida de la Iglesia. Francisco siempre hablaba de que la Iglesia tiene que ser en salida y misionera. Salir para que la gente venga no es salir, salir es acompañar al que está enfermo, a los chicos que no pueden venir a la escuela, al que está preso, al pibe que sufre adicciones, para que ellos no necesariamente tengan que ir a misa. Es ir porque importa lo que les está pasando a ellos.
Históricamente la religión era lo que ordenaba toda la sociedad, y en determinado momento la ciencia empezó a hacer descubrimientos que no coincidían con lo que la religión enseñaba.
La vida sigue a pesar de que cada vez hay más misterios y más injusticias, porque la confianza en la vida es más fuerte.
Poco a poco la ciencia fue tomando su camino y la religión el suyo. Hoy en día la religión católica tiene muy claro que no tiene por qué tener respuestas científicas y recurre con naturalidad a la ciencia. Y la ciencia también se encuentra con que no tiene todas las respuestas. Ha avanzado la medicina, la psicología, la neurociencia, hoy sabemos del hombre y de la mujer más que nunca. Y nunca fue tan misterioso. Nos encontramos con que la ciencia y una fe avanzan en medio de misterios. Y la vida sigue a pesar de que cada vez hay más misterios, más injusticias, más guerras, porque la confianza en la vida es más fuerte.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – JUNIO 2025