Familia se busca

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En Argentina, de 2400 familias que esperan adoptar, sólo 11 aceptarían a un mayor de 13 años. La necesidad de abrir la mente y el corazón, la naturalidad como receta, y un sistema que tiene muchos “mitos”… pero donde el amor, llega.

Por Ezequiel Herrero
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

En agosto del 2022 había en Argentina 2430 familias que esperaban poder adoptar por lo menos un hijo o una hija. De este total, más de 2100 pretendían que esa persona sea menor de 3 años. Por el contrario, sólo 11 buscaban a un chico o chica mayor de 13 años.

Esta diferencia se repite con otros criterios: sólo el 17 por ciento de los solicitantes está dispuesto a recibir a un niño con algún problema de salud, mientras que el 83 por ciento restante señaló como condición indispensable que el niño a adoptar sea una persona sana.

El informe elaborado por la Dirección Nacional de Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos, dependiente del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación, considera una tercera variante: la disponibilidad para adoptar grupos de hermanos. Allí también las estadísticas son contundentes. Mientras que 1339 familias prefieren adoptar a un hijo único, solo 53 están dispuestas a adoptar a 3 hermanos o más.

El derecho es del niño

“Está muy presente el concepto de querer un nene chiquito porque ‘lo puedo formar a mi manera’”, dice Juan Pablo Mosso, psiquiatra e integrante del equipo técnico en un Juzgado de Familia en provincia de Buenos Aires. Y agrega: “Pero un niño es una persona con una historia y estos chicos vienen con una muy densa, de vulneración de muchos derechos.”

“Yo no te estoy buscando un hijo a vos, yo estoy buscando una familia para este chico”. (Juan Pablo Mosso, psiquiatra)

Andrés Torres, juez de familia en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, profundiza en esta idea. Se llega a una situación de adopción cuando no se pudo revincular a ese menor con ningún miembro de su familia: “Cuando se agotan estas alternativas, a ese chico se lo considera en condiciones de abandono y se pone en situación de adoptabilidad.”

Quienes transitan por juzgados e instituciones de abrigo —aquellas que prestan una guarda temporal para niños en situación de adopción—, manifiestan que es habitual encontrarse con adultos que comienzan un proceso de adopción motivados por el deseo de ser padres

“Vivimos en una sociedad de mucho deseo —explica Mosso—, entonces es muy común escuchar que en las entrevistas te digan: ‘Yo quiero ser papá, o yo tengo derecho a ser papá’. Es un planteo válido; pero colisiona con el marco jurídico, que pondera los derechos del niño. Yo no te estoy buscando un hijo a vos, yo estoy buscando una familia para este chico.

Por su parte, Torres señala que en la sociedad existen muchos “mitos” en torno a la adopción: que se trata de procesos complejos, que requieren mucho tiempo o que están previamente digitados. Sin embargo, desde su experiencia trabajando hace más de 10 años en el tema, afirma que “no es como se instala en los medios. En Argentina no es difícil adoptar. Lo que hay que tener es amor para darle contención a ese chico y un perfil adoptivo alto en cuanto a la edad”.

Amar es la receta

Acompañar estas historias de vida representa todo un desafío. Lo que hay que tener es amor, señala Mosso, “pero no el amor casi infantil que cree que lo puede todo, sino un amor maduro, con espalda emocional, que pueda poner límites si es necesario o aceptar un acompañamiento terapéutico, para el chico pero también para el adulto.”

“En Argentina no es difícil adoptar. Lo que hay que tener es amor para darle contención a ese chico y un perfil adoptivo alto en cuanto a la edad”. (Andrés Torres, juez de familia)

Otro aspecto importante para acompañar a los niños, niñas y adolescentes que atravesaron un proceso de adopción es no relacionar directamente sus conductas a su historia personal. Así como tampoco es conveniente juzgar la historia familiar. Si bien se trata de dos comportamientos habituales, no hacen justicia ni con la familia adoptiva, ni con el niño.

Entonces, la mejor manera de abordarlo quizás sea con la mayor naturalidad posible, “ni hablando todo el día, ni ocultando información, porque la identidad es un derecho inalienable”, completa Mosso. Torres coincide: “Una de las cosas que se le piden siempre a las familias que adoptan es que se haga conocer la realidad biológica.”

Primeros pasos para adoptar

En 2015, con la modificación del Código Civil, los procesos de adopción ganaron en transparencia y “efectividad”. Torres, que lleva realizadas unas ochenta adopciones desde ese momento, remarca que en todos los casos esos procesos fueron exitosos y que no conoce un chico que esté mal con la familia que lo ha adoptado. Por el contrario: Han sacado la lotería. Pero no por una cuestión económica, la adopción no es una institución en contra de la pobreza, sino porque  afectivamente han ganado mucho”.

Aquellas personas o familias que tengan el deseo de adoptar deben inscribirse en el Registro de Aspirantes a guarda con fines adoptivos correspondiente a su provincia o jurisdicción. Para hacerlo es necesario ser mayor de 25 años, argentino o tener 5 años de residencia en el país. Se pueden inscribir matrimonios, personas que se encuentren en unión convivencial o individuos que tengan el deseo de adoptar a un niño, niña o adolescente.


Santiago del Estero.
Tres matrimonios, ocho hermanos: una misma familia

Gustavo Acuña vive con su esposa en Santiago del Estero. Luego de perder un embarazo, decidieron adoptar tres hermanos: “El menor tenía 10 y el mayor 12, y con la pandemia adoptamos a la hermanita, que tenía 16. Hoy tienen 12, 16 y 18 años”.

Para ellos somos su ‘papi’ y su ‘mami’, eso no se negocia. Ellos conocen su historia, son conscientes que no somos sus padres naturales. Lograr ese vínculo de familia es una bendición”, dice Gustavo.

¿Otro regalo? La familia ensamblada que han construido a partir de la adopción. Es el primer caso en Santiago de una adopción ‘morigerada’, son ocho hermanitos y están en tres familias diferentes. Los ocho no pueden romper su vínculo, porque es lo que les ha permitido sobrevivir. Entonces compartimos con las otras familias encuentros comunes, la escuela, scout, deportes. Somos una familia ensamblada. Tres matrimonios ‘hermanos por elección’, y eso no se hubiese dado sin los chicos”.

Gustavo reconoce que es mucho lo que van aprendiendo en el camino: Esto no es posible si no tenemos a Dios presente. Y con los chicos vamos aprendiendo a experimentar lo que es la fe”.

Funes, Santa Fe.
Hacer lugar para amar.

Hasta el 2014, Pedro y Valeria eran padres de Kepa y de Itziar. Y comenzaron a preguntarse qué más podían hacer para ayudar a quienes más lo necesitaban. Ahí llegó la pregunta de una amiga de Valeria: “¿No les gustaría ofrecerse como familia de tránsito?”

Se inscribieron en el programa Familia Solidaria de la provincia de Santa Fe. Tiempo después llegó Nihuel, un bebé de apenas dos meses. Explica Valeria: “Fue ingresado en la maternidad sin pulso de vida, con solo diez días de nacido. Estuvo un mes y medio intubado con oxígeno. En esos dos meses no recibió una canción, una caricia, un beso, un abrazo.

Allí comenzó un proceso que atravesó diferentes etapas. La primera era que pudiera recuperar el vínculo con su familia, pero no se pudo. Entonces comenzaron a esperar que el Estado encuentre una familia para Nihuel. Los noventa días iniciales se convirtieron en tres años y medio. Hasta que mediante un proceso judicial Nihuel se incorporó definitivamente a la familia.

Se necesitan tantas familias para tantos niños que sufren —reflexiona Valeria—. Son ellos los que nos enseñan a no dar por sentado ni un beso, ni un ‘te quiero’, sino a ponerlo en palabras. Por mucho tiempo, esas palabras Nihuel no las tuvo”.

Tricao Malal, Neuquén.
“Dios quería que nuestro amor se expanda”

Genaro y Saturnina viven en Tricao Malal, bien adentro de la Cordillera del Viento, al norte de la provincia de Neuquén. Se conocieron en 1980 y desde ese momento siempre estuvieron juntos, codo a codo. Años más tarde fueron abriendo las puertas de su corazón a tres hermanos: Daiana, Alexis y Jonathan. 

Los recursos económicos eran bien escasos, pero eso no impidió que la casa se vaya colmando de felicidad, no sin atravesar las distintas circunstancias que la vida les fue presentando. “Dios nos acompañó desde el primer día y eso lo sentimos siempre”, cuenta Genaro, recordando con nostalgia y alegría a estos hijos que fueron creciendo junto a ellos y que, a medida que iban encarando su proyecto de vida, fueron partiendo ya grandes con sus sueños hacia distintos lugares de Argentina y fuera del país. Hoy gracias a la tecnología se pueden acompañar con el mismo amor de siempre. 

Tiempo después otros tres hermanos, ya no tan pequeños. Y luego ya el Registro les pidió por dos nuevos, y más tarde otros dos, incluso algunos siendo ya adolescentes, que se iban apropiando del corazón de Saturnina y Genaro, quienes hoy, ya habiendo pasado los sesenta años, están convencidos de algo que es casi una profesión de fe simple pero segura: “Con el tiempo nos fuimos dando cuenta de que Dios quería que nuestras vidas, nuestro corazón, no se limite a aquellos hijos que buscábamos de jóvenes, sino que había que expandirlo y compartirlo con muchos otros que no hicieron otra cosa que mostrarnos el amor de Dios con nosotros.”

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO DE 2022

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