Convocar, proponer, escuchar

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Algunos principios para el discernimiento comunitario.

Por Gustavo Cavagnari, sdb
cavagnari@unisal.it

En los artículos anteriores decíamos que ejercer el discernimiento en común “es un concepto fácil de expresar con palabras, pero no es tan fácil de ponerlo en práctica”. Las palabras son del papa Francisco. Esto es así porque no hablamos simplemente de una técnica, una receta, un manual de uso. Caminar juntos, reconociendo, interpretando y eligiendo de acuerdo al proyecto de Dios en Cristo, es un modo de habitar el mundo como cristianos; esto conjuga espiritualidad, comunión, participación, concreción…

En Evangelii gaudium 77 el Papa nos recuerda que para discernir en profundidad la existencia y la experiencia, con la finalidad de orientar a la verdad, al bien y a la belleza las propias elecciones individuales y sociales, los cristianos usamos criterios evangélicos. El discernimiento, pues, no se hace desde cualquier lugar. O según cómo nos levantamos. O dependiendo de cómo chifla el viento. Se realiza desde las enseñanzas, incluso “tan elevadas y de tanta exigencia”, del Señor Jesús (EG 141). 

Además, desde San Pablo en adelante la Iglesia ha propuesto otros criterios “para la vida personal y para la acción pastoral” (EG 173). Obviamente, en este caso no hablamos de criterios técnicos, sino morales y espirituales. En esta línea, también Francisco plantea algunos criterios para discernir la realidad y construir “un pueblo en paz, justicia y fraternidad” (EG 221). Ellos están relacionados con la sociedad civil. Pero, ¿por qué no pensar que también pueden guiar el caminar de la comunidad eclesial? Como se verá, no son indicaciones concretas. Son ideas que orientan.

Primer principio: “el tiempo es superior al espacio” (EG 222-225)

Como se repite con frecuencia, esto supone “iniciar procesos más que poseer espacios”. Pero es mucho más. Es abrirse a la esperanza. Es dejar de pensar todo a partir de lo que tenemos u ocupamos. Es ver más allá de las narices. Es reconocer que lo que perseguimos va más allá de nuestra historia. Es renunciar a enloquecerse para tener todo resuelto ya. Es no andar por la vida pisoteando gente para tener ganancias fáciles y efímeras. 

En una palabra, este principio nos indica la meta y la orientación. “Nada de ansiedad, pero sí convicciones claras y tenacidad”. ¿Nos animamos a proponer grandes horizontes? ¿Cómo superar el día a día trabajando con proyectos a largo plazo? ¿Soportamos con paciencia los escenarios que nos hacen cambiar de planes?

Segundo principio: “la unidad prevalece sobre el conflicto” (EG 226-230)

En una comunidad, las diferencias entre sus miembros pueden generar rivalidades, tensiones, conflictos. Hay quienes prefieren disimular, haciendo como si no pasara nada. Otros no se involucran, lavándose las manos. Algunos otros prefieren ir al choque. Son modos desacertados de encarar un problema que, dice el Papa, no podemos relativizar ni absolutizar. Él propone “situarse ante el conflicto”, es decir, aceptarlo, sufrirlo —no se puede ser ingenuos—, tratar de resolverlo con el diálogo y transformarlo. ¿Será que siempre se puede? No. Pero al menos hay que intentarlo.

En síntesis, este principio nos indica un estilo de relación que no es pacifista ni belicoso. ¿Vemos cosas en común con el otro, o sólo vemos lo que nos separa? ¿Vivimos a la defensiva? ¿Construimos muros? ¿Tendemos puentes? ¿Hacemos pactos para mantener la paz en casa?

Tercer principio: “la realidad es más importante que la idea” (EG 231-233)

El idealismo de nuestros sueños puede hacernos dar la cabeza contra la pared. Pero la dureza de la realidad que nos golpea también puede quitarnos la capacidad de soñar. El discernimiento trata de mantener el equilibrio entre estos dos polos, de modo que no vivamos en las nubes, pero tampoco nos arrastremos por el piso. 

Este tercer principio nos recuerda un método: el realismo. Como dice el dicho: “con los pies en la tierra, pero con los ojos en el cielo”. O mejor: “puestos los ojos en Jesús” (Hb 12,2). ¿Somos verseros? ¿Nos gusta más lo lindo que lo sustancioso? ¿Somos volados? O, al contrario, ¿hacemos mucho, pero pensamos poco? ¿Somos tan concretos que no inspiramos a nadie?

Cuarto principio: “el todo es superior a la parte(EG 234-237)

Esta faceta del discernimiento quiere ayudarnos a construir el bien común superando la tensión entre lo local y lo global, entre lo nuestro y lo ajeno, entre lo de acá y lo de allá. ¿Defendemos nuestra identidad, sin cerrarnos a horizontes más amplios? ¿Pensamos que lo nuestro es siempre lo mejor? O, al revés, ¿tendemos más bien a idealizar lo que hacen los otros? ¿Nos creemos el centro del mundo? O, al contrario, ¿siempre nos vemos como el último vagón del carro? ¿Hay algo nuestro que podamos ofrecer? ¿Hay algo de los otros que podamos imitar? 

En fin, este principio nos ofrece un modelo poliédrico de la realidad, para no vivir mirando la propia baldosa, ni tampoco vivir sin raíces, siempre con la boca abierta por lo que pasa afuera.

Para terminar: estos principios orientan el discernimiento común y nos hacen crecer en esa sabiduría práctica que nace y se desarrolla confrontándose con la realidad e iluminándola desde la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia. Ellos nos quieren ayudar a focalizar mejor dónde ir y cómo alcanzar juntos la meta.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – NOVIEMBRE 2022

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