Aunque no lleguemos a ver los frutos, aunque el tiempo parezca oscuro, en esta Semana Santa Francisco nos propone que “no nos cansemos de hacer el bien”. ¿Qué oportunidades se te presentan a vos?
Por Alejandro Fernández
alebu25@gmail.com
Hace siete años, durante los festejos por el Bicentenario del nacimiento de Don Bosco, me llamó mucho la atención una remera que tenía un “dibujo” de nuestro padre, hecho en el estilo “manga”. Me la quedé mirando un rato, porque —en primer lugar— me atrapaba el dibujo, pero después tenía también una frase que decía: “Tutto il bene possibile”. Me llevó un par de minutos, pero en mi pobre italiano entendí que era algo así como “todo el bien posible”.
¿Don Bosco dijo eso? Sí: Don Bosco, una vez más, aparecía “tirando” una frase hermosa que me dejaba pensando. Al principio dije “qué lindo”… pero después, me preguntaba: “¿Cuánto es ‘todo el bien posible’?” ¿Implicará que esté “todo el tiempo” intentando hacer el bien? ¿Eso… es posible?
La oportunidad está
Me quedé pensando en mi día a día, en cada chance de hacer el bien, de hacerle un bien —algún bien— a alguien… chances que se me presentaban y quizás yo elegía otro camino.
A veces veía venir a alguien que conocía y tal vez, como venía “mambeado” —y la otra persona no me veía—, ni la saludaba y me hacía el tonto. ¿Le hubiera hecho bien un saludo o una sonrisa? En otras, me iba de alguna reunión en donde habíamos estado varios y, como éramos muchos, quizás ni me preocupaba en ayudar a ordenar el lugar.
Alguna vez, en cosas más importantes, sentía que no quería tomar una decisión difícil y prefería dejársela a otras personas… y dejaba de hacer algo que creía que era un bien, por sentir que iba a tener que enfrentarme a consecuencias difíciles.
Todo esto, me daba cuenta, eran “trenes” que dejaba pasar, oportunidades de hacer “todo el bien posible”. No porque le hiciera un mal a alguien de forma directa, pero sí dejaba de hacer ese bien que tenía la posibilidad de hacer. Quizás por “fiaca”, quizás por comodidad, quizás porque me tenía que exponer, quizás porque nadie me estaba mirando… ¡cuántas excusas encontraba en el día a día para dejar de hacer un bien cuando estaba tan a la mano!
Lo bueno se comparte
Somos testigos todos los días de diferentes videos, canciones o memes que, de un momento para otro, se viralizan en las diferentes redes, nos llegan por un grupo de WhatsApp o un mensaje donde nos etiquetan.
¡Qué increíble fenómeno el de la “viralización”! Depende de pequeñas interacciones sucediendo en diversos puntos y diferentes partes, pero que van conectándose poco a poco, hasta crear una masa suficiente que impacta de golpe, como una ola que toma los pequeños movimientos del viento, del agua, del mar… y cae con toda su fuerza.
¿Qué pasaría si, en vez —o además— de viralizar todas esas cosas divertidas o interesantes, pudiéramos hacer que cada pequeña interacción cotidiana fuera una oportunidad de hacer “todo el bien posible”? ¿Qué viralizaríamos?
Los frutos llegan (aunque no los veamos)
Francisco retomó hace poco, en su mensaje de preparación a la Cuaresma, una parte de una carta de San Pablo en donde nos invita a “no cansarnos de hacer el bien”.
En realidad, no nos “chamuya” diciendo que no nos vamos a cansar. Sabe y dice que hasta el joven con más energía se puede cansar. Pero nos recuerda que es preciso confiarnos en Dios y seguir apostando a la siembra.
La siembra tiene eso… uno no ve enseguida el resultado. Siembra, confiando en la fuerza de la semilla, en la disponibilidad de la tierra, en el acompañamiento de los tiempos de la naturaleza. Pero siembra. Sin esa pequeña actitud que requiere aprovechar cada tiempo oportuno —el kayros, según el término en griego— no se dan los frutos. Pero San Pablo, y en este caso Francisco, nos recuerdan que, si sembramos, veremos frutos.
Ya el mismo acto de sembrar es empezar a “dis-frutar” de esos frutos futuros con anticipación. Por eso algunos que saben más, dicen que “el Reino de Dios es ya… pero todavía no”.
Dice el Papa en su texto: “En realidad, sólo vemos una pequeña parte del fruto de lo que sembramos, ya que según el proverbio evangélico ‘uno siembra y otro cosecha’ (Jn 4,37). Precisamente sembrando para el bien de los demás participamos en la magnanimidad de Dios: ‘Una gran nobleza es ser capaz de desatar procesos cuyos frutos serán recogidos por otros, con la esperanza puesta en las fuerzas secretas del bien que se siembra’ (Carta enc. Fratelli tutti, 196).
Sembrar el bien para los demás nos libera de las estrechas lógicas del beneficio personal y da a nuestras acciones el amplio alcance de la gratuidad, introduciéndonos en el maravilloso horizonte de los benévolos designios de Dios.”
El tiempo es ahora
Estamos justamente en ese tiempo del año en el que la liturgia nos prepara para vivir esta experiencia de ser “tierra fértil” para la siembra de Jesús. Eso es la Cuaresma: disponernos para un proceso de transformación de nuestra vida, para volverla cada vez más generosa, para que dé cada vez más frutos.
La Semana Santa es la prueba de que no importa qué tan oscura sea la situación: Dios nos acompaña camino a enfrentarnos a nuestras propias cruces, y así, asumiéndolas, dar frutos de justicia, solidaridad y amor fraterno. La Resurrección de Jesús es esa vida en abundancia.
¡Qué hermosa tarea la siembra! Se parece mucho a la educación: ver los frutos requiere confianza y paciencia. Y así es Dios con nosotros, el primer sembrador. Estamos invitados a poner nuestra confianza en Jesús. Si pensamos que las cosas se dan sólo por nuestras fuerzas, nos frustramos. En cambio, si nos dejamos acompañar por Dios, y hacemos todo el bien posible, veremos que nos han sido confiados los frutos, más allá de todo cansancio.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ABRIL 2022