Siempre hay semillas de bondad

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Lo que pudo sentir Don Bosco en su visita a las cárceles de Turín.

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Un día después de la gran solemnidad de San Juan Bosco, viví una mañana muy especial. Tuve los permisos necesarios para acercarme al Instituto Penitenciario de Menores “Ferranti Aporti” en Turín. Para quienes
conocemos la historia de Juan Bosco, sabemos lo que significaron en sus primeros años como sacerdote, las visitas a la cárcel “La Generala”. Fue tan grande el impacto que las mismas dejaron en su alma que prometió al Señor hacer todo lo posible para que los muchachos no llegaran a ese lugar. Así nació el oratorio y el sistema preventivo.

En el mismo lugar estuve con un grupo de jóvenes. Don Silvano, salesiano de Don Bosco y capellán del centro, organizó todos los permisos y me estaba esperando. También estaban todos los novicios salesianos, un grupo de 18 jóvenes que asisten todas las semanas; y estaban los educadores y las educadoras que acompañan el día a día a los jóvenes internos.

A mi llegada, saludé personalmente a cada uno. Les hablé de mí mismo, de mi origen y nacionalidad; les pregunté por la suya y algunos quisieron decírmela. Les pude decir lo que conocía del país de cada uno y cuándo los visité. Y sentía que la comunicación era posible. Seguidamente me dieron la palabra y también dieron la oportunidad a que los jóvenes me hicieran tres o cuatro preguntas. Me preguntaron quién era Don Bosco para mí; por qué era salesiano; qué sentía al vivir lo que vivo y por qué había venido a visitarlos.

Respecto a esta última pregunta, les dije que me habría gustado mucho más que en vez de haber venido yo a visitarlos, hubieran sido ellos quienes en otra situación hubieran estado en la tarde donde festejamos a Don Bosco, celebrando en el patio un hermoso encuentro y compartiendo un poco de pizza. Les dije que esta vez no había sido posible, pero que nada impedía que pudiera ser más adelante.

Para Don Bosco fue tan significativa la visita a las cárceles que prometió hacer todo lo posible para que los muchachos no llegaran a ese lugar.

Y en un momento, un joven me dijo si podía hacerme una pregunta que no quiso hacer en público. Le dije que sí. “¿Para qué me sirve estar aquí?”, me preguntó. Le respondí: “Creo, con sinceridad, que para nada y para mucho. Para nada porque la cárcel, no puede ser meta ni lugar de llegada, sino de paso. Pero -añadí-, creo que te servirá para mucho porque te ayudará a decidir que aquí ya no quieres volver, que tienes posibilidades en otro futuro mejor, que después de unos meses aquí está la posibilidad de ir a alguna
de las comunidades de acogida que nosotros los salesianos tenemos…
”.

En cuanto dije eso el joven añadió, sin dejarme terminar: “Yo quiero eso, yo necesito eso, porque he estado en el lugar equivocado y con gente equivocada”. Le pregunté si me daba permiso para decirle al capellán que teníamos que movernos para pensar en el futuro para él y para otros, y me dijo que sí. Así lo hice. Y me di cuenta de lo cierto que es lo que Don Bosco nos decía: en el corazón de cada joven siempre hay semillas de bondad. Ese joven, y otros muchos que conocí, son totalmente recuperables si tiene la oportunidad justa, después de los errores cometidos.

Amigos y amigas del Boletín Salesiano, amigos y amigas del carisma de Don Bosco, como ayer, también hoy es posible llegar al corazón de cada joven. Aún en las mayores dificultades, es posible mejorar, es posible cambiar para vivir honestamente. Don Bosco lo sabía y empeñó en eso toda su vida.

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Don Ángel Fernández Artime

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MARZO 2023

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