Hija de María Auxiliadora y misionera en Ecuador, se abre el camino hacia su canonización.
El 25 de noviembre, el Papa Francisco recibió al cardenal Marcello Semeraro, prefecto del Dicasterio para las Causas de los Santos. Allí, el Sumo Pontífice autorizó a promulgar el decreto referente a: “el milagro atribuido a la intercesión de la Beata María Troncatti, hermana profesa de la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora, nacida en Córteno Golgi (Italia) el 16 de febrero de 1883 y fallecida en Sucúa (Ecuador) el 25 de agosto de 1969”. Así se abre el camino hacia la canonización de la Beata María Troncatti.
“Esta noticia es motivo de acción de gracias a Dios y de gran alegría para toda la Familia Salesiana, en particular para el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, para la diócesis de Brescia, que dio a luz a la futura santa, y para el Vicariato apostólico de Méndez (Ecuador), donde María Troncatti vivió su aventura misionera. La canonización de María Troncatti es signo de esperanza por su fuerte testimonio de transmitir vida y fe a las nuevas generaciones y a los pueblos indígenas de la selva amazónica, que se convirtió en su patria del corazón. Fue una mujer de reconciliación y de paz, con el don de una maternidad que tocaba los corazones”, comenta el padre Pierluigi Cameroni, postulador general.
Desde Italia hasta Ecuador
María Troncatti nació el 16 de febrero de 1883 en Corteno Golgi, en la provincia de Brescia, Italia. Creció en una gran familia de agricultores de montaña, entre los campos y el cuidado de los hermanos pequeños, y en un clima cálido de afecto de los padres.
Por aquellos tiempos el Boletín Salesiano ya llegaba a Corteno, y María, pensó en la vocación religiosa. Inicialmente, su padre no estaba de acuerdo, pero tan pronto como su hija es mayor de 21 años, le dio su consentimiento y María solicitó su admisión en el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Finalmente hizo su primera profesión en 1908 en Nizza Monferrato.
Después de un violento tornado y una inundación en la que estuvo a punto de morir ahogada, María le prometió a la Virgen que si se salvaba, se iría a las misiones.
Durante la Primera Guerra Mundial asistió a cursos de atención médica en Varazze y trabajó como enfermera de la Cruz Roja en el hospital militar. Después de un violento tornado y una inundación en la que estuvo a punto de morir ahogada, María le prometió a la Virgen que si se salvaba, se iría a las misiones. Así fue y siete años después, la madre Caterina Daghero la destinó a las misiones de Ecuador.
“La médica de la selva”
Acompañadas por el obispo misionero monseñor Comin y un pequeño grupo, la hermana María y otras dos hermanas se adentraron en la selva amazónica. Su campo de misión fue la tierra de los indios Shuar, en la parte suroriental de Ecuador. Tan pronto como llegaron a Méndez, la hermana María se ganó la estima de una tribu Shuar salvando con una navaja a la hija de un jefe herido de bala.
Se establecieron en Macas, un pueblo de colonos rodeado por las viviendas colectivas de los Shuar. Allí desarrollaron un arduo trabajo de evangelización en medio de todo tipo de riesgos, incluidos los causados por los animales de la selva y las trampas de los ríos turbulentos.
En la selva la hermana María Troncatti se desempeñó como enfermera, cirujana, ortopedista, dentista y anestesista. Pero sobre todo se dedicó a la catequesis y a la evangelización con fe, paciencia y amor fraterno.
Allí la hermana María Troncatti se desempeñó también como enfermera, cirujana y ortopedista, dentista y anestesista. Por ese motivo fue apodada “la médica de la selva”. Pero sobre todo se dedicó a la catequesis y a la evangelización con fe, paciencia y amor fraterno. Su obra para la promoción de la mujer shuar floreció en cientos de nuevas familias cristianas, formadas por primera vez por la libre elección de los jóvenes esposos.
Vida y coraje
Durante 44 años fue llamada “Madrecita”, siempre atenta al cuidado no solo de los enfermos, sino de todos los que necesitan ayuda y esperanza. Desde el simple y humilde consultorio llegó a fundar un verdadero hospital, donde ella misma formaba a las enfermeras. Con materna paciencia escuchaba, fomentaba la comunión entre la gente y educaba al perdón tanto a indígenas como a colonos. “Una mirada al Crucifijo me da vida y coraje para trabajar”, esta es la certeza de fe que sostenía su vida. En cada actividad, sacrificio o peligro, se sentía sostenida por la presencia maternal de María Auxiliadora.
En cada actividad, sacrificio o peligro, se sentía sostenida por la presencia maternal de María Auxiliadora.
El 25 de agosto de 1969, en Sucúa, Ecuador, un pequeño avión que transportaba a la ciudad a la hermana María Troncatti para realizar ejercicios espirituales, se estrelló pocos minutos después del despegue, en el límite de esa selva que fue durante casi medio siglo su patria del corazón, el espacio de su incansable donación entre los Shuar. Tenía ochenta y seis años, todos dedicados a un don de amor. Había ofrecido su vida por la reconciliación entre los colonos y los Shuar. Escribía: “¡Estoy cada día más feliz con mi vocación religiosa misionera!”.
Fue declarada Venerable el 12 de noviembre de 2008 y beatificada bajo el pontificado de Benedicto XVI en Macas, Ecuador el 24 de noviembre de 2012.
Con la colaboración de ANS
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