Llegar a todos los pueblos

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Los dos papas
(Netflix, 2019)
Director: Fernando Meirelles

Protagonizada por Anthony Hopkins y Jonathan Pryce, el film se inspira en la sorpresiva renuncia de Benedicto XVI y la posterior elección de Francisco como Papa para profundizar sobre las figuras de Joseph Ratzinger y Jorge Bergoglio, sus certezas y dudas, sus diferencias —mutuamente reconocidas—, el apoyo recíproco que se prestan y el aprecio respectivo que saben construir.

En Benedicto sobresale su preocupación sincera por combatir el relativismo de la moderna cultura occidental, al tiempo que muestra cierta dificultad para entablar un vínculo directo y cordial con las personas. A grandes rasgos, se lo presenta como un eminente teólogo, quizás más propenso a la función magisterial que a la función pastoral.

Un punto controvertido de la película es insinuar cierta complicidad por omisión con los graves casos de pedofilia que pesan sobre el clero, obviando el peso de la burocracia de la Santa Sede en la actuación ante esos eventos y la intención de Benedicto XVI, ya en el papado, por echar luz sobre este serio problema y los casos de desmanejos financieros en el Vaticano, por citar otro ejemplo.

La figura de Francisco se destaca por su humanidad, su proceso de discernimiento vocacional y la dura experiencia de haber presidido la Compañía de Jesús durante la última dictadura militar. Sobre este período se hace presente, una vez más, el dilema entre la denuncia frontal a los genocidas, o las gestiones discretas que permitieron salvar vidas en la clandestinidad. Por otro lado, también muestra su proceso de maduración personal, espiritual y pastoral hasta llegar a ser un referente como obispo de Buenos Aires.

Aunque los diálogos y escenas presentadas en la película no sean rigurosamente verídicos, no deja de ser una oportunidad de poner de relieve la importancia del papado hoy en día. Más allá de la obvia diferencia de personalidades y estilos en los dos personajes, lo más interesante es apreciar el sentido de responsabilidad que ambos tienen bien presente en relación al rol que deben desempeñar. Benedicto XVI aparece preocupado por restaurar la trascendencia del magisterio papal, mientras que Francisco pone en práctica gestos que buscan que dicho mensaje supere las formalidades y protocolos para llegar a tocar la carne de los sufrientes.

Por otro lado, es interesante advertir la humildad y el discernimiento presentes tanto en uno como en otro —aunque, nuevamente, cada uno a su manera—, que busca anteponer la voluntad del Señor en las decisiones que eligen o no tomar.

Para los espectadores que no participan activamente de la vida de la Iglesia puede ser una ocasión para interiorizarse en la realidad variada y multicolor que la caracteriza, desmintiendo una visión falsamente monocromática de esta institución. Para los que tenemos una vivencia más cotidiana de la misma, la película puede hacernos preguntar por el sentido original y más profundo del servicio de Pedro en la primera comunidad cristiana, pensando cómo vivir de una manera más significativa en doble fidelidad: al Evangelio de Jesús, y a los hombres y mujeres de nuestro tiempo.

Finalmente, como amigos de Don Bosco, no podemos dejar de recordar la importancia que el mismo le daba al Papa: “Un deseo del Papa es como una orden para Don Bosco”, “Sed devotos del Papa, es una de nuestras principales devociones”. Quizás con otro marco teológico, pero con la profunda intuición que la referencia al obispo de Roma nos hace mirar a algo más importante que a él mismo, a una realidad que nos desborda a nosotros y a nuestros problemas locales, y nos recuerda la vocación misionera que nos convoca a llegar a todos los pueblos.

Por Rafael Tesoro rafaeltesoro2@yahoo.com.ar

BOLETIN SALESIANO – FEBRERO 2019

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